Pocas dudas hay acerca de la genialidad de ambos maestros florentinos, paradigmas donde los haya del Renacimiento italiano del Cinquecento. Lo que ya no es tan conocida es la singular disputa entablada entre ambos, y por extensión entre sus respectivos seguidores, a raíz de un encargo para decorar las estancias de la Sala del Consejo del Palazzo della Signoria de Florencia.
Piero Soderini, gonfalonier de Florencia, tuvo la ocurrencia de hacer decorar dicha sala con escenas de las batallas de Cascina y de Anghiari, dando lugar a un duelo artístico entre Miguel Ángel y Leonardo, cuya rivalidad había salido ya a la superficie en anteriores ocasiones. Y es que no debe ser fácil coincidir en el tiempo y en el espacio con un genio cuando tú mismo también lo eres...
El caso es que, más allá de la rivalidad comprensible entre ambos, lo que se suscitó fue una verdadera batalla verbal que dividió la ciudad en dos bandos, con los seguidores y detractores de cada artista.
Leonardo llegó a pintar la Batalla de Anghiari, en la que los ejércitos florentinos y papales vencieron a las tropas de Milán en 1440. Su pintura mostraba el choque brutal de 4 jinetes que se disputaban un estandarte. Desgraciadamente, su obra, al igual que la parte de Miguel Ángel, fue destruida, y tan solo se conservan copias de sus dibujos. Gracia a una de esas copias que hizo Rubens de la obra de Leonardo, se puede identificar a varios personajes ilustres protagonistas de la batalla que obtuvieron la victoria. Pero Leonardo parece llamar más la atención sobre los vencidos, cuyos rostros desfigurados y gestos forzados transmiten el dramatismo y la violencia de la contienda.
La Batalla de Anghiari, Leonardo da Vinci (copia de Rubens) |
Miguel Ángel por su parte optó por una aproximación bien diferente. La copia procedente de Aristotele da Sangallo parece indicar que Buonarroti se inspiró en una narración de la Crónica de Villani, representando el momento en el que los florentinos son avisados de la presencia de las tropas enemigas en la Batalla de Cascina de 1364. Frente a la intensidad del choque bélico de Leonardo, Miguel Ángel presenta a los soldados florentinos en el momento del baño en el río Arno, aprestándose presurosos a vestirse ante la proximidad del enemigo, una representación muy plástica del desnudo masculino ya experimentado por Miguel Ángel en otras obras.
Miguel Ángel acabó preparando solo el cartón, hoy perdido, y en 1506 se trasladó a Roma, el mismo año en que Leonardo se traslada a Milán.
El recuerdo de lo que podía haber sido tan magna y dual obra tan solo perdura hoy en día en las copias, siendo la más célebre la Tabla Doria.