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Toros androcéfalos procedentes de Jorsabad. Arte asirio. Siglo VIII a. C. Museo Louvre |
Del latín museum (lugar consagrado a las musas) el RAE define Museo con cuatro acepciones:
1- lugar en que se conservan y exponen colecciones de objetos artísticos, científicos, etc.
2- institución, sin fines de lucro, cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición al público de objetos de interés cultural
3- lugar donde se exhiben objetos o curiosidades que pueden atraer el interés del público, con fines turísticos
4- edificio o lugar destinado al estudio de las ciencias, letras humanas y artes liberales
Mucho daría para escribir el escrutar cada una de estas definiciones y comprobar si son de aplicación a lo que actualmente conocemos como "museo". Buen ejemplo de ello sería el requisito de la segunda acepción en cuanto a "sin fines de lucro"... Pero no es objeto de esta entrada dilucidar acerca de si el acceso a la cultura debería ser siempre gratuita o si bien, dado que se trata de nuestra común herencia cultural, todos deberíamos contribuir a su mantenimiento. Nuestra única modesta pretensión es reflexionar acerca de un concepto no incluido en ninguna de las definiciones oficiales de "museo": la adquisición de las piezas. ¿Cualquier adquisición es lícita? ¿Deberían los museos actuales retornar a los países de origen las piezas que fueron sacadas en su día de manera irregular cuando no directamente de manera ilegal? ¿Que pasaría si el British, el Louvre o el Hermitage, entre otros, tuvieran que desprenderse de esas piezas expoliadas? Las consecuencias serían sin duda catastróficas para muchas de estas instituciones, que se verían despojadas de algunas de sus obras más emblemáticas y por las que precisamente disfrutan de un prestigio cultural a nivel mundial.
La disyuntiva es un clásico entre los temas relativos al patrimonio histórico, y ha generado -y genera- ríos de tinta, con posturas enfrentadas de difícil conciliación. Por un lado, los defensores de la permanencia de dichas obras de arte en su emplazamiento actual, con independencia de su origen cultural o de la forma de adquisición. Como argumentos a favor de esta postura se alegan entre otros los siguientes:
⃤ la devolución de piezas a los países de origen ocasionaría una cascada de reclamaciones a nivel mundial que implicaría la merma importante, incluso la clausura, de muchos museos
⃤ la exhibición de piezas procedentes de diferentes culturas y cronologías en un espacio conjunto permite establecer paralelismos entre las obras, contribuyendo a un mejor entendimiento de las producciones culturales humanas en su conjunto
⃤ el traslado de las piezas, en especial de las más delicadas por su estado actual, pondría en peligro su integridad, sometiendo a las obras a una presión innecesaria y arriesgada
⃤ la concentración de piezas de diverso origen en un único lugar favorece el acceso a la cultura, sin necesidad de tener que acudir a los distintos lugares de origen para su contemplación, algo que obviamente no está al alcance de todo el mundo
⃤ instituciones como El Prado, Louvre, British, MET, Hermitage, etc., proporcionan una mayor garantía de conservación y custodia de las piezas, frente a las en ocasiones deficientes condiciones de seguridad y acondicionamiento de los países de origen (este último argumento se esgrime habitualmente cuando se trata de piezas reclamadas por países como Egipto o Grecia)
⃤ aún si se reconociera que parte de las piezas fueron expoliadas en su día, las acciones judiciales para su devolución habrían caducado. De hecho, en muchos casos no se podría hablar de "expolio" en la acepción actual del término, ya que las obras salieron de sus respectivos países en una época en la que no había una legislación específica que lo prohibiera, por lo que técnicamente no se cometió ningún delito
⃤ la devolución de las piezas a sus lugares de origen no implicaría necesariamente que las mismas fueran ubicadas en su emplazamiento original, por razones de preservación y de seguridad, por lo que ningún sentido tiene cambiarlas de un museo a otro. Así, la escultura del David de Miguel Ángel, originalmente destinada a ser exhibida en la Piazza de la Signoria de Florencia, se exhibe en la Galería de la Academia de dicha ciudad, con una copia en el lugar original. Igualmente, la estatua ecuestre de Marco Aurelio, inicialmente dispuesta en la Colina Capitolina de Roma, fue sustituida por una copia, ubicándose el original en los Museos Capitolinos
En el bando contrario, los defensores del retorno de las piezas -al menos las más emblemáticas- a sus países de origen:
⃤ si la adquisición de las piezas ha sido cuanto menos "irregular", procede la restitución a su legítimo propietario
⃤ reconociendo que, en algunos supuestos, la salida de las piezas contribuyó a su salvación, a día de hoy la mayor parte de los países cuentan con legislaciones que amparan su patrimonio cultural, y se encuentran en condiciones de custodiar y garantizar la integridad de las piezas en su lugar de origen
⃤ el referente cultural forma parte intrínseca e irrenunciable de una obra de arte: una pieza fuera de contexto tan solo tiene valor meramente artístico (y por supuesto económico), pero huérfana de su contexto cultural y geográfico pierde una valiosa información que entorpece su entendimiento
⃤ la dispersión no solo de obras sino incluso de partes de una misma obra por diferentes lugares del mundo compromete la integridad del conjunto, impide su contemplación como pieza original y dificulta enormemente su comprensión (uno de los supuestos más representativos de este argumento es el caso de la dispersión de los mármoles del Partenón de Atenas)
⃤ algunos casos concretos de desubicación de las obras son realmente dolorosos, en ocasiones por la importancia histórica-artística-cultural de la pieza, en ocasiones por su dispersión: más allá de su indudable valor artístico, la significación cultural y afectiva de algunas piezas genera para los habitantes de un país una sensación de pérdida respecto de su propia herencia. Sería el caso de la Piedra Rosetta, el Zodíaco de Dendera o el Busto de Nefertiti para los egipcios; los mármoles del Partenón para los griegos, o el Altar de Pérgamo (en Berlín) reclamado por Turquía
En 2002, el Bizot Group -el grupo que reúne a los directores de unos 40 museos entre los que se encuentran los más importantes del mundo- lanzó un comunicado conjunto declarando que "los objetos adquiridos en épocas anteriores deben ser considerados a la luz de las diferentes sensibilidades y valores de esa época pasada", y que "los museos no sirven solo a los ciudadanos de una nación, sino a gente de todas las naciones".
Los argumentos, a favor de una u otra postura, son infinitos, y difícilmente conciliables. Una postura intermedia pasaría por retornar aquellas piezas con un especial valor simbólico para una comunidad, como los casos ya apuntados de la Piedra Rosetta o el Busto de Nefertiti. Y, como no, abogar por la reunión de las piezas dispersas pertenecientes a un mismo conjunto, como es el caso de los relieves del Partenón de Atenas. Más allá de la pertenencia legal o ética del conjunto, su exhibición parcial en diversos lugares dificulta enormemente su interpretación, y priva al conjunto de su esencia.
Y a partir de aquí, que cada uno extraiga sus propias conclusiones...