Obra de Hory "al estilo" de Gauguin |
Elmyr de Hory (Hungría 1906) se suma, por méritos propios, a la lista de los mayores falsificadores de obras de arte del siglo XX. Tras estudiar arte en París, se adentra en el mundo de la falsificación casi por casualidad: una conocida suya le pagó una sustanciosa cantidad por un dibujo que encontró en el estudio del pintor en la errónea creencia de que se trataba de un original de Picasso. A partir de aquí, Hory descubrió la forma fácil de hacer dinero, llegando a falsificar más de 1000 obras de artistas como Picasso, Matisse, Monet, Degas o Modigliani.
El fraude se destapa en 1967, cuando un magnate del petróleo norteamericano comienza a sospechar acerca de la autenticidad de algunas de sus adquisiciones, las cuales, tras pasar por varios peritos, resultaron ser una imitación.
Elmyr siempre defendió su inocencia, alegando que él era un imitador, no un falsificador, y que las firmas en las obras las añadía después sin su conocimiento el marchante. Insistía en que "la firma no significa nada, lo importante es la obra".
Lanzado al estrellato al aparecer en la película F for fake de O. Wells, Elmyr se suicidó en Ibiza, donde residía, en 1976, al ser informado de que iba a ser extraditado a Francia para ser juzgado por falsificación y fraude.
Su historia sirve de punto de partida a una reflexión sobre la valoración de las obras de arte, una polémica no resuelta a día de hoy y que muchos expertos se plantean: ¿por qué una reproducción-imitación de una obra de arte original -que en ocasiones puede incluso superar al original- carece de valor? ¿Qué prima más en el arte, la obra en sí o su autoría?
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