En 1985 el museo MOMA de Nueva York organizó una exposición de arte contemporáneo en la cual, según se publicitaba, estaban reflejados los artistas más importantes del momento. De los 169 artistas que participaban en la exposición, solo 13 eran mujeres...
Delante del museo, se congregó un estrambótico grupo: mujeres con máscaras de simio que se hacían llamar a sí mismas las "Guerrilla Girls", un heterogéneo grupo de mujeres anónimas en cuanto a su identidad pero representantes de distintos ámbitos artísticos: pintoras, historiadoras del arte, directoras de cine, escritoras, etc.
Ocultando su rostro con máscaras de simio inspiradas en el personaje de King Kong (que ellas identificaban como símbolo del dominio masculino) rechazaban la absoluta preeminencia masculina en el mundo del arte frente a la discriminación de la mujer.
Uno de sus carteles más célebres es el mostrado. Partiendo de la pintura de Ingres "La Odalisca", todo un icono del desnudo femenino, alertaban sobre la posición de la mujer en las artes: "Menos del 4% de los artistas en la sección de arte moderno son mujeres, pero el 76% de los desnudos son femeninos". Y de ahí derivaba su pregunta: "¿Las mujeres deben estar desnudas para aparecer en el Museo MET?"
Y es que, desgraciadamente, cualquier visita a cualquiera de los museos dispersos por todo el mundo constata la realidad de la queja planteada tan escenográficamente por las Guerrilla Girls; la gran mayoría de los artistas representados son hombres. Algo similar ocurre con los libros de texto de los estudios de Historia del Arte: pocas son las mujeres que aparecen, y cuando lo hacen tan solo merecen una escueta referencia, como un fenómeno aislado y reducido. ¿Por qué el papel habitualmente conferido a la mujer en el mundo del arte ha de ser el de musa, mecenas o amante, como relata Victoria Combalía?
Desde aquí reivindicamos el papel de la mujer como artista en cualquiera de sus facetas, y no por el hecho de ser mujer, sino por el hecho de ser ARTISTA.