sábado, 14 de octubre de 2017

SERIE DESAGRAVIOS V: Las mujeres en los museos


En 1985 el museo MOMA de Nueva York organizó una exposición de arte contemporáneo en la cual, según se publicitaba, estaban reflejados los artistas más importantes del momento. De los 169 artistas que participaban en la exposición, solo 13 eran mujeres...

Delante del museo, se congregó un estrambótico grupo: mujeres con máscaras de simio que se hacían llamar a sí mismas las "Guerrilla Girls", un heterogéneo grupo de mujeres anónimas en cuanto a su identidad pero representantes de distintos ámbitos artísticos: pintoras, historiadoras del arte, directoras de cine, escritoras, etc.

Ocultando su rostro con máscaras de simio inspiradas en el personaje de King Kong (que ellas identificaban como símbolo del dominio masculino) rechazaban la absoluta preeminencia masculina en el mundo del arte frente a la discriminación de la mujer.

Uno de sus carteles más célebres es el mostrado. Partiendo de la pintura de Ingres "La Odalisca", todo un icono del desnudo femenino, alertaban sobre la posición de la mujer en las artes: "Menos del 4% de los artistas en la sección de arte moderno son mujeres, pero el 76% de los desnudos son femeninos". Y de ahí derivaba su pregunta: "¿Las mujeres deben estar desnudas para aparecer en el Museo MET?"


Y es que, desgraciadamente, cualquier visita a cualquiera de los museos dispersos por todo el mundo constata la realidad de la queja planteada tan escenográficamente por las Guerrilla Girls; la gran mayoría de los artistas representados son hombres. Algo similar ocurre con los libros de texto de los estudios de Historia del Arte: pocas son las mujeres que aparecen, y cuando lo hacen tan solo merecen una escueta referencia, como un fenómeno aislado y reducido. ¿Por qué el papel habitualmente conferido a la mujer en el mundo del arte ha de ser el de musa, mecenas o amante, como relata Victoria Combalía?

Desde aquí reivindicamos el papel de la mujer como artista en cualquiera de sus facetas, y no por el hecho de ser mujer, sino por el hecho de ser ARTISTA.




sábado, 7 de octubre de 2017

SERIE DESAGRAVIOS IV: Las Sinsombrero

Las Sinsombrero


Hablar de la Generación del 27 en España es hablar de Rafael Alberti, Federico García Lorca, Dámaso Alonso o Vicente Alexandre entre otros. Pero cabe preguntarse: ¿todos los escritores e intelectuales de esta generación eran hombres? ¿Dónde estaban las mujeres? ¿En sus casas dedicadas a "las tareas propias de su género"? Pues lamentablemente, muchas estaban en sus casas (no por voluntad propia), pero no todas...

Se conoce como "Las Sinsombrero" a un grupo de mujeres que, en plena dictadura de Primo de Rivera, reivindicaron su papel intelectual y su capacidad creativa. Pintoras, escritoras, filósofas, toda ellas mostraron una actitud rompedora frente a los condicionantes de género que imperaban en la época.

"Un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí [Maruja Mallo] quitarnos el sombrero porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas y, atravesando la Puerta del Sol de Madrid, nos apedrearon llamándonos de todo".
Y de ahí viene el sobrenombre del grupo...

Partícipes- frente a muchos y en ocasiones contra todos- de la vanguardia artística española de principios del siglo XX, aportaron no solo su propia obra intelectual, sino también su compromiso con la igualdad de género. Entre ellas:

Maruja Mallo, pintora.
Marga Gil Roësset, escultura y poeta.
María Zambrano, filósofa.
María Teresa León, escritora.
Josefina de la Torre, poeta.
Rosa Chacel, escritora.
Ernestina de Champourcín, poeta.
Concha Mendez, escritora.
Margarita Manso, pintora.
Ángeles Santos, pintora.

La lucha por la igualdad de las últimas décadas ha permitido la recuperación de esta generación del 27 femenina habitualmente olvidada y al margen de los libros de arte y literatura.
Desde aquí, un recuerdo de todas ellas y nuestro agradecimiento por su contribución a la causa.


http://www.rtve.es/m/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-sin-sombrero/3318136/?media=tve

sábado, 30 de septiembre de 2017

SERIE DESAGRAVIOS III: Artemisia Gentilleschi

Artemisia Gentilleschi. Autorretrato como alegoría de la pintura
Artemisia Gentilleschi fue una pintora italiana nacida en Roma en 1593 y fallecida en 1654. Y su vida fue de todo menos fácil, marcada por su afición por la pintura (actividad inusual en la época para una fémina), su condición de mujer y el trauma sufrido cuando solo contaba 22 años de edad.

Hija de un pintor, Gentilleschi demuestra pronto su interés y su valía para la pintura, comenzando a formarse en el taller de su padre. Pero al parecer su talento no era suficiente: su pertenencia al sexo femenino le impidió formarse académicamente en la Escuela de Bellas Artes, reservada para los artistas varones. La solución de su progenitor fue nombrarle un preceptor privado, un tal Agostino Tassi, personaje turbio y de poco fiar por lo que se ve...

En 1612, Tassi agredió sexualmente a su pupila. Pese a sus promesas de casarse con ella -esa forma tan "masculina" de reparar el honor de una mujer- el matrimonio no se llevó a cabo, básicamente porque el agresor ya estaba casado (cuenta la leyenda que tenía pensado asesinar a su mujer...).

El padre de Artemisia tampoco es que fuera un modelo de comportamiento parental: tan solo denunció la violación de su hija cuando no pudo llegar a un acuerdo económico con Tassi. Y ahí comienza la segunda parte del drama: si dura y traumática fue la violación, el juicio por el que tuvo que pasar nuestra protagonista fue de todo menos ejemplar. No solo tuvo que relatar ante un auditorio exclusivamente masculino los detalles de la agresión, sino que también tuvo que someterse a un humillante reconocimiento ginecológico y, a fin de comprobar la veracidad de su relato, el Tribunal acordó que fuera torturada físicamente para despejar cualquier duda de inverosimilitud.

Se dice que el cuadro de Gentilleschi "Judith y Holofernes" es una expresión psicológica de la rabia de la autora y su ira contra su agresor, representado según algunos en la figura del general asirio:
Judith y Holofernes. A. Gentilleschi. Galeria Uffizi, Florencia
Cuan distinta podría haber sido su vida -y quizás su obra- si Artemisia hubiera nacido varón...

sábado, 23 de septiembre de 2017

SERIE DESAGRAVIOS II: Marcelino Sanz de Sautuola

Marcelino Sanz de Sautuola (Santander, 1831-1888)
Naturalista de profesión, Marcelino Sanz de Sautuola asiste en 1878 a la Exposición Universal de París, donde entra en contacto directo con los materiales prehistóricos que se exhibían en el pabellón de antropología, quedando tan fascinado por los mismos que a su regreso comienza a realizar exploraciones sistemáticas en varias cuevas de la región.

En el verano de 1879, acompañado por su hija María, D. Marcelino se encontraba en una de esas cuevas; la niña se adentra en la gruta y pronuncia una frase que ha pasado a la historia: "mira papá, bueyes pintados". Los bueyes, que no eran tales sino bisontes, se corresponden con el mal denominado Techo de los Polícromos de Altamira. Sautuola acababa de descubrir la Capilla Sixtina del arte prehistórico. 
En el famoso techo aparece un abundante grupo de zoomorfos, fundamentalmente bisontes, de gran naturalismo, realizados en rojo y negro, con una cronología del 14.500 BP, lo que sitúa las pinturas (en realidad grabado ligero para el contorno con trazo negro para la silueta y tinta plana en el interior) en el periodo Magdaleniense.



Al año siguiente, el descubridor presenta públicamente su hallazgo y sus conclusiones, sufriendo el rechazo y la incredulidad de prácticamente todos los expertos. Y es que las sospechas de fraude, involucrando en el mismo al propio Sautuola, no se hicieron esperar. La alta calidad técnica de los grabados, su excepcional estado de conservación, y la negativa a aceptar que unos seres tan "primitivos" -dada la cronología sugerida por Sautuola- tuvieran ya la capacidad artística que denotaba la obra, condujo a su descubridor al repudio por parte de los Popes de la Prehistoria y a su ostracismo.

Como siempre, hubo alguna loable excepción, como la del geólogo español Juan Vilanova i Piera, quien pese a ser creacionista (no olvidemos que la cronología apuntada por Sautuola chocaba frontalmente con la fecha en la que según muchos Dios creó el mundo) defendió la autenticidad de las pinturas al considerar que Dios creó a todos los hombres iguales, y por tanto no se podía negar la capacidad creativa a aquellos primeros seres "primitivos".

A finales del siglo XIX, se descubren en Francia otras estaciones rupestres importantes con arte parietal, como La Mouthe y Pair-non-Pair. Los nuevos hallazgos y los estudios consiguientes comenzaron a abrir el camino hacia la aceptación de las imágenes paleolíticas como auténticas, autenticidad que logró su consagración con la figura de H. Breuil. Ya en 1902, E. Cartailhac, uno de los "expertos" que más ferozmente había criticado a D. Marcelino, publicó su artículo "La grotte d'Altamira. Mea culpa d'un sceptique", reconociendo su gran error respecto a la cueva y su descubridor.
Lamentablemente, Sautuola había ya fallecido 14 años antes, rechazado por la comunidad científica y denostado por casi todos. Hoy la autenticidad de las figuras de la cueva de Altamira y la corrección de la cronología apuntada por Sautuola está fuera de toda duda. Aunque tarde, justo es reconocerle el mérito del gran hallazgo y de su acierto al interpretar y datar correctamente la obra.





SERIE DESAGRAVIOS I: presentación

Artemisia Gentileschi. Autorretrato como mártir
En un blog llamado <arteydelito>, en el que hablamos de falsificaciones, robos y estafas de obras de arte, puede resultar extraño encontrar una serie sobre desagravios. Pero lo cierto es que no todas las conductas reprobables relacionadas con el arte y los artistas tienen su encaje en un código legal: numerosos han sido los agravios, reproches y olvidos hacia ciertos artistas por diferentes motivos a lo largo de la Historia. La ignorancia, el fanatismo, la rígida ortodoxia política o religiosa, las cuestiones de género o la procedencia social del afectado han generado multitud de injusticias que si bien no pueden ser consideradas delito desde el punto de vista legal, sin duda son cuanto menos injusticias desde el punto de vista ético.

Comenzamos pues una serie para reivindicar la memoria de los condenados al olvido o al menosprecio por motivos que nada tienen que ver con su valía artística: mujeres cuyo talento fue ignorado cuando no directamente menospreciado por el mero hecho de ser mujeres, como Artemisia Gentileschi o las denominadas "Sinsombrero"; eruditos honestos cuyo crimen fue osar defender a capa y espada la antigüedad de unos hallazgos que contradecía las creencias religiosas de la mayoría, como en el caso de Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de la cueva de Altamira; arquitectos, escultores y pintores cuyo error fue nacer y trabajar en la misma época en la que actuaban los grandes artistas que recoge la historia, como el caso de Michelozzo, quien tuvo la mala suerte de coincidir con figuras como Brunelleschi o Alberti en el Quattrocento italiano.

A todos ellos y ellas, nuestro modesto homenaje...

sábado, 16 de septiembre de 2017

FALSIFICACIONES VII: Granada siglo XVIII






Mucho antes del siglo XVIII, comenzaron a aparecer en la Alcazaba de Granada objetos antiguos. A mediados de ese siglo, el protagonista de esta historia, el religioso Juan de Flores, empezó a adquirir algunas de esas antigüedades para su propia colección. Hijo de un militar francés que combatió en España a las órdenes de Felipe V, adquirió cierta reputación en la región como erudito local, lo que aprovechó para pedir una licencia de excavación en la parte más antigua de Granada, la Alcazaba. Las excavaciones comenzaron en enero de 1754, hallándose las ruinas de un gran edificio que se identificó con un templo romano, así como multitud de inscripciones, estatuas, capiteles, etc. Una vez asegurado el favor del rey Fernando VI, los trabajos prosiguieron a buen ritmo, aumentando día a día la cantidad de hallazgos de todo tipo. Pronto se despertó la curiosidad popular, al tiempo que aumentaba la reputación de Juan de Flores; y pronto surgieron también las suspicacias de algunos eruditos de prestigio tanto en España como en el extranjero, extrañados ante el cúmulo de descubrimientos que se sucedían en la zona.

Flores insistía en relacionar los hallazgos con el antiguo asentamiento íbero de Iliberri, un poblado fundado aproximadamente 500 años antes de Cristo, que se convirtió en municipio con la llegada de los romanos a la Península Ibérica. Y fue precisamente esa presunta vinculación con el pasado remoto de Granada lo que favoreció el fraude: una vez más, el uso de la arqueología con fines políticos como forma de justificar privilegios antiguos y dotar de legitimidad a una nueva dinastía monárquica otorgó -siquiera por un tiempo- cobertura involuntaria a la actividad ilegal. 
El recurso a la Antigüedad como forma de vincular la monarquía con el pasado glorioso; la iniciativa de redactar una nueva Historia nacional encomendada a la Real Academia de la Historia; la reivindicación del origen cristiano de Granada, y la propia ambición de Flores, condujeron a mezclar lo original con lo falso.

Así, Flores y sus compinches falsearon todo tipo de objetos. Su equipo los introducía por la noche en la excavación para que fueran hallados al día siguiente por el grupo de obreros, presuntamente desconocedores del fraude, para alborozo y asombro de todos. Ciertamente los lugares escogidos por Flores para las excavaciones resultaron muy acertados, proporcionando mucha información sobre la Granada preislámica. Y ciertamente muchos de los objetos hallados resultaron ser auténticos. De hecho, la mezcla de objetos auténticos con otros falsos es una de las estrategias habitualmente empleadas por los falsificadores de obras de artes para hacer más verosímiles los hallazgos. Y en el caso granadino se utilizaron las técnicas habituales tales como el envejecimiento artificial de las piezas. 

Tras años de trabajos y descubrimientos -auténticos algunos, falsos otros-, Flores fue delatado por uno de sus colaboradores y detenido en junio de 1774. Sometido a juicio, Flores reconoció todos sus fraudes, y fue condenado en 1777 a la pena de 5 años de reclusión, posteriormente reducida a la mitad por el rey. Se acordó asimismo la destrucción de todo aquello que se reputó falso, la cubrición de las ruinas descubiertas y la prohibición de ulteriores investigaciones en el lugar.


https://www.youtube.com/watch?time_continue=32&v=5xZAtpLGyME

jueves, 7 de septiembre de 2017

FALSIFICACIONES VI: reliquias (2ª parte)

Como se apunta en la primera parte de esta entrada, los fragmentos de la Lignum Crucis (la cruz de Cristo) darían según Calvino para construir un barco: la Colegiata de Santa María la Mayor de Caspe (Zaragoza) presume de tener un fragmento de 20 por 18 cms; Notre Dame de París cuenta con un resto de 24 cms; el Monasterio de Santo Toribio de Liébana disfruta de uno de los más grandes, de 64 por 40 cms. Vayan sumando...

A esto hay que añadirle las más de 40 mortajas que se atribuyen a Jesucristo. Y si juntáramos todos los clavos de la Pasión, podríamos montar una ferretería.

En cuanto al Santo Cáliz, pueden ustedes elegir entre el de Valencia, el de León o el de Antioquía (este último en el MET).

Los Tres Reyes Magos están enterrados en un relicario en la catedral de Colonia (Alemania).

Tarragona cuenta con los dos brazos de Santa Tecla.

San Marcello de Roma custodia nada más y nada menos que los pañales del niño Jesús. Y algo que haría las delicias de cualquier odontólogo actual: hay repartidos por toda Europa más de 60 dientes de leche del niño...

Para mayor desvarío, algunos otros ejemplos curiosos:
- la catedral de Oviedo venera unas gotas de la leche de la Virgen María
- hasta el siglo pasado, el arzobispo de Mainz decía tener en su catedral 2 plumas y 1 huevo del Espíritu Santo de cuando se convirtió en paloma
- el Vaticano custodia celosamente una botella que contiene un estornudo del Espíritu Santo (no precisan si estornudó antes o después de convertirse en paloma)

Claro que los cristianos no son los únicos que se dedican a estas macabras colecciones; más allá de los restos de algunos personajes ilustres que se conservan, como el pene de Rasputín, el corazón de Chopin o el cerebro de Einstein, otras confesiones religiosas cuentan también con sus propios productos, como el caso de los musulmanes, que conservan en el Palacio Topkapi de Estambul -entre otros objetos- un molde de una huella del profeta Mahoma y pelos de su barba.


Los budistas no se quedan atrás: en un monasterio de Sri Lanka se conserva al parecer el incisivo izquierdo de Buda, dentro de su correspondiente ataúd.


La lista sería infinita, así que optamos por dejarlo aquí como una simple aproximación al sorprendente mundo del culto a las reliquias. El resto, es cosa de la fe de cada uno...