Marcelino Sanz de Sautuola (Santander, 1831-1888) |
Naturalista de profesión, Marcelino Sanz de Sautuola asiste en 1878 a la Exposición Universal de París, donde entra en contacto directo con los materiales prehistóricos que se exhibían en el pabellón de antropología, quedando tan fascinado por los mismos que a su regreso comienza a realizar exploraciones sistemáticas en varias cuevas de la región.
En el verano de 1879, acompañado por su hija María, D. Marcelino se encontraba en una de esas cuevas; la niña se adentra en la gruta y pronuncia una frase que ha pasado a la historia: "mira papá, bueyes pintados". Los bueyes, que no eran tales sino bisontes, se corresponden con el mal denominado Techo de los Polícromos de Altamira. Sautuola acababa de descubrir la Capilla Sixtina del arte prehistórico.
En el famoso techo aparece un abundante grupo de zoomorfos, fundamentalmente bisontes, de gran naturalismo, realizados en rojo y negro, con una cronología del 14.500 BP, lo que sitúa las pinturas (en realidad grabado ligero para el contorno con trazo negro para la silueta y tinta plana en el interior) en el periodo Magdaleniense.
Al año siguiente, el descubridor presenta públicamente su hallazgo y sus conclusiones, sufriendo el rechazo y la incredulidad de prácticamente todos los expertos. Y es que las sospechas de fraude, involucrando en el mismo al propio Sautuola, no se hicieron esperar. La alta calidad técnica de los grabados, su excepcional estado de conservación, y la negativa a aceptar que unos seres tan "primitivos" -dada la cronología sugerida por Sautuola- tuvieran ya la capacidad artística que denotaba la obra, condujo a su descubridor al repudio por parte de los Popes de la Prehistoria y a su ostracismo.
Como siempre, hubo alguna loable excepción, como la del geólogo español Juan Vilanova i Piera, quien pese a ser creacionista (no olvidemos que la cronología apuntada por Sautuola chocaba frontalmente con la fecha en la que según muchos Dios creó el mundo) defendió la autenticidad de las pinturas al considerar que Dios creó a todos los hombres iguales, y por tanto no se podía negar la capacidad creativa a aquellos primeros seres "primitivos".
A finales del siglo XIX, se descubren en Francia otras estaciones rupestres importantes con arte parietal, como La Mouthe y Pair-non-Pair. Los nuevos hallazgos y los estudios consiguientes comenzaron a abrir el camino hacia la aceptación de las imágenes paleolíticas como auténticas, autenticidad que logró su consagración con la figura de H. Breuil. Ya en 1902, E. Cartailhac, uno de los "expertos" que más ferozmente había criticado a D. Marcelino, publicó su artículo "La grotte d'Altamira. Mea culpa d'un sceptique", reconociendo su gran error respecto a la cueva y su descubridor.
Lamentablemente, Sautuola había ya fallecido 14 años antes, rechazado por la comunidad científica y denostado por casi todos. Hoy la autenticidad de las figuras de la cueva de Altamira y la corrección de la cronología apuntada por Sautuola está fuera de toda duda. Aunque tarde, justo es reconocerle el mérito del gran hallazgo y de su acierto al interpretar y datar correctamente la obra.
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