viernes, 31 de marzo de 2017

FALSIFICACIONES II: Lothar Malskat

Pavo "anacrónico" de Malskat
Lothar Malskat (Alemania, 1913-1988), se inició como pintor y restaurador de arte. Al menos, así se presentaba él, hasta que se descubrió que en realidad era un falsificador de obras.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los frescos medievales de la iglesia de Santa María de Lübeck quedaron seriamente dañados. Las autoridades contrataron para su restauración a Dietrich Fey, en cuya cuadrilla de ayudantes figuraba Malskat. Los trabajos de restauración se llevaron a cabo a puerta cerrada, y duraron aproximadamente dos años. Cuando las obras finalizaron, en 1951, hubo una vistosa ceremonia para conmemorar la recuperación de las pinturas del siglo XIV, a la que acudieron expertos de arte de todo el mundo, quienes alabaron el trabajo de los restauradores. Todo el mérito de la restauración recayó sobre Fey, con la consiguiente frustración de Lothar.

Poco después, en 1952, Malskat se presentó ante una comisaría de policía reconociendo, para sorpresa de todos e incredulidad de la mayoría, que los frescos no habían sido restaurados, sino pintados íntegramente por él tras limpiar las paredes de los restos de pintura original. Inicialmente, nadie le creyó, nadie quería creerle. La restauración de los frescos de la Marienkirche se consideraba un orgullo nacional, un logro de la recuperación del país tras los desastres de la guerra. Pero un examen detallado de los mismos reveló algunas peculiaridades que habían pasado desapercibidas en un primer momento: en los frescos aparecía un pavo, animal no conocido en Europa en la época de la pintura original; algunas figuras religiosas presentaban los rasgos de personajes actuales, como una de la actriz Marlene Dietrich; un rey barbudo se parecía sospechosamente a Rasputín; y el propio Malskat se representó a sí mismo como un patriarca. 

Fey y Malskat fueron detenidos, confesando este último muchas otras falsificaciones de cuadros de autores como Rembrandt, Picasso (llegó a alardear de que necesitaba solo una hora para hacer un Picasso) o Chagall entre otros. Se cuenta que un marchante de arte había adquirido una obra presuntamente de Chagall (en realidad pintada por Malskat), y observando que faltaba la firma del artista, llevó el lienzo a Chagall para que se lo firmara. Según algunos, Chagall se percató inmediatamente de que la obra no era suya, y rompió el cuadro. Según otros, Chagall manifestó no recordar haber pintado la obra, pero la firmó igualmente, descubriéndose con posterioridad que se trataba de una falsificación.

Malskat fue condenado a 18 meses de prisión, cayendo luego en el olvido...

viernes, 24 de marzo de 2017

FALSIFICACIONES I: Han Van Meegeren

Cristo con la mujer adúltera, Meegeren
Han Van Meegeren (Holanda, 1889-1947) ha pasado a la historia con el dudoso honor de ser uno de los mayores falsificadores de obras de arte del siglo XX. Considerando que su talento artístico no era reconocido como se merecía, decidió iniciar una carrera como falsificador, llegando a adquirir tal pericia que muchas de sus obras fueron autentificadas como originales por los mayores expertos del momento. Así, su réplica de Los Discípulos de Emaús (1937) fue considerada por algunos como la mejor obra de Vermeer!

La cosa se complicó cuando una de sus reproducciones, Cristo y la mujer adúltera, atribuido sin dudas al maestro flamenco J. Vermeer, fue a parar a la colección particular del mariscal nazi H. Göering. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, muchos de los depósitos de obras de arte expoliadas por los nazis fueron hallados, recuperándose multitud de obras, entre ellas la señalada. La obra fue devuelta a Holanda, iniciando las autoridades una investigación a fin de determinar la identidad del "traidor" que no solo había colaborado con los nazis, sino que había contribuido a expoliar el patrimonio artístico nacional. Las pesquisas condujeron finalmente a Meegeren, quien fue detenido en 1945 y acusado de traición y colaboracionismo. Enfrentado a una condena a muerte, Meegeren sugirió en un primer momento que había adquirido la obra a un marchante de arte italiano, lo que empeoró aún más las cosas: ya no solo estaba acusado de haber colaborado con una potencia enemiga (Alemania), sino con dos (Alemania e Italia). 

Ante tal coyuntura, Meegeren reconoció la falsificación de la obra, pero su alegato no fue creído por el tribunal que le juzgaba: la obra había sido autentificada como original por los mejores expertos del mundo, por lo que se creyó que tal alegación no era más que un intento desesperado por parte del acusado para librarse de la condena. Su abogado defensor tuvo entonces una idea brillante, a la vista de los resultados: solicitar y obtener del tribunal autorización para que Meegeren pintara durante su estancia en prisión una nueva obra imitando a la original, como forma de demostrar que realmente era el autor de las falsificaciones. Y así se hizo: durante varios meses, Meegeren pintó en su celda, en presencia de varios expertos, una réplica de Jesús entre los doctores


Absuelto de los cargos de colaboracionismo, fue finalmente condenado a un año de prisión por falsificación y fraude, condena que no llegó a cumplir al fallecer poco después del juicio. 

sábado, 18 de marzo de 2017

DAMNATIO MEMORIAE: si no es políticamente correcto, lo borramos!

Relieve repicado del faraón Hatshepsut
La damnatio memoriae es una locución latina que significa "condena de la memoria". Si bien la expresión no aparece como tal hasta el siglo XVII, la práctica de esta especie de muerte civil se remonta a la antigüedad, con ejemplos entre los asirios, los babilonios, los persas, los egipcios y los romanos.

El castigo se aplicaba tras la muerte de la persona, y consistía en borrar del recuerdo todo rastro del condenado, eliminando de la memoria oficial y colectiva toda referencia: se borraban las inscripciones, se destruían las estatuas, registros y documentos, se retiraban de la circulación las monedas con la efigie del afectado y, como no, se confiscaban sus bienes.

La lista de emperadores romanos que sufrieron la condena de la memoria es larga: Domiciano, Majencio, Maximiano, Cómodo o Geta, cuya imagen fue borrada por su hermano Caracalla en las "fotos familiares":

La familia de Severo, con la imagen borrada de Geta al lado de su hermano Caracalla

Todo lo que pudiera recordar al condenado al olvido era objeto de destrucción y/o desfiguración, una mutilación artística con clara intencionalidad política: condenar al olvido a los personajes que se habían salido del guión.

Egipto cuenta con dos conocidos casos de damnatio memoriae: Hatshepsut y Akenatón. La primera, por osar revestirse de los atributos formales del faraón cuando era regente en nombre de su sobrino e hijastro Tutmosis III, menor de edad, quien tras su mayoría de edad relegó a su tía/madrastra al olvido. El segundo, por atreverse a instaurar un culto monoteísta en un país de ancestral tradición politeísta, lo que provocó la ira del poderoso clero de Amón.

A la vista de los resultados, cabe preguntarse si realmente el método era eficaz: pese a los intentos que unos y otros hicieron para eliminar de la historia a estos personajes, hoy en día sabemos que existieron, quienes eran y porqué fueron condenados al olvido. Todos los esfuerzos para borrarles del registro oficial no han impedido que conozcamos a Hatshepsut, a Cómodo, a Majencio y tantos otros...



DAÑOS EN EL YACIMIENTO: el acierto de una médium...



En mayo del año 2000, Julieta y su esposo Oscar se dirigieron a Domez de Alba en Zamora, ya que su hija les había dicho que, gracias a sus poderes de médium, percibía que en dicho lugar, en concreto en un paraje denominado "el Castro", había un yacimiento arqueológico, y que era el momento propicio para hallarlo y descubrirlo. 

Así que Julieta y Oscar, provistos de una piqueta y de un mapa confeccionado por su hija indicando el lugar exacto donde debían comenzar a excavar, se dirigieron al cerro elevado y se pusieron manos a la obra. Ni que decir tiene que ni los padres ni la hija eran arqueólogos...

Sin el más mínimo rigor científico, fueron destruyendo diversos niveles de tierra, extrayendo fragmentos cerámicos de la Edad del Hierro, así como restos óseos. En el transcurso de dos días, se apoderaron de un total de 205 piezas. El segundo día, tras el saqueo, comunicaron los hechos a la Guardia Civil y al concejal de Cultura de la localidad, siendo finalmente prohibido el acceso al cerro.

Los tres fueron condenados en el año 2002 como autores de un delito de daños contra el patrimonio histórico por imprudencia grave a penas de multa, sentencia que fue confirmada por el Tribunal Supremo (56/2003, 17 mayo). Según la sentencia, como consecuencia de la inadecuada extracción de elementos del yacimiento y de la falta de rigor metodológico en los trabajos de excavación, se produjo deterioro en las piezas y provocó que se perdiera la información que pudieran haber aportado en su conjunto, perdiendo gran parte de su interés científico al impedir la reconstrucción del contexto o las circunstancias de su deposición en el yacimiento, siendo irreparable la destrucción producida en este patrimonio arqueológico...

Pese a que los acusados alegaron que el hallazgo había sido al azar, el Tribunal tuvo claro que existió un plan previo, ya que ellos mismos reconocieron haber sido "guiados" al lugar exacto gracias a los poderes de médium que tenía la hija. Y no solo comenzaron a cavar, causando daños irreparables en el yacimiento y la consiguiente pérdida de información, sino que se fueron apoderando de cuantos restos encontraban, no cursando aviso a las autoridades sino después de dos días de excavación incontrolada.

Concluye la sentencia diciendo que sabedores los tres de la existencia del yacimiento, con independencia de que estuviera o no señalizado (precisamente no se encontraba señalizado por motivos de protección y seguridad, para evitar el furtivismo), lo cierto es que se encontraba documentado y era de conocimiento entre los vecinos, aparte de la denominación de "castro", y cualquier persona que se ponga a realizar tareas en un yacimiento, tiene al menos conocimientos suficientes para saber por una parte la importancia y trascendencia, en todo caso, de lo que significa un yacimiento arqueológico, cualquiera que sea su nivel cultural, lo que se demuestra en el presente caso donde no solo por ir pertrechados de instrumentos de excavación y mapa, sino por la propia extracción de numerosas piezas..., por lo que en modo alguno acudieron al lugar y encontraron los restos por casualidad.

Lamentablemente, no es más que uno de los muchos ejemplos de daños a yacimientos arqueológicos cometidos por furtivos que, armados de pico y pala, destruyen sin ningún rigor científico los estratos en busca de algún objeto de valor, causando daños irreversibles y la pérdida de la información que podría haber aportado con una excavación controlada y profesional. 

miércoles, 8 de marzo de 2017

LA VENUS DE VELÁZQUEZ: acuchillada por la espalda

La Venus del espejo. Velázquez, National Gallery (Londres)
La Venus del espejo es un lienzo del maestro Velázquez, pintado hacia 1647, representando un conocido tema mitológico con un tratamiento mundano, una característica que Velázquez hace servir en otras de sus obras como Las Hilanderas. De hecho, la ausencia de los atributos clásicos de la diosa y su figuración como morena en contra de la representación tradicional, podía haber hecho surgir dudas respecto a la identidad de la figura femenina representada, dudas que quedan inmediatamente solventadas por la presencia de Cupido sujetando el espejo en el que se adivina el rostro de la divinidad.


El cuadro pasó por varias manos, entre ellas la casa de Alba o Manuel Godoy, hasta llegar a su actual destino, la National Gallery de Londres. A principios del siglo XIX, con España sumergida de pleno en la Guerra de la Independencia, los actos de expolio del patrimonio artístico se sucedían. Uno de los casos más desoladores de expolio fue la sustracción de la colección pictórica que Godoy había amasado durante sus años de poder, colección que incluía la Venus del Espejo o el Cristo Crucificado de Velázquez. Entre 1808 y 1810, las tropas francesas de Murat arrasaron el palacio de Godoy, haciéndose con sus obras, muchas de las cuales acabaron finalmente en Inglaterra. 



Al margen de sus avatares, el lienzo fue objeto de un ataque en 1914. El 10 de marzo, la sufragista británica de origen canadiense Mary Richardson, armada con un hacha corta, entró en la Galería, rompió el cristal que protegía el cuadro y asestó 7 puñaladas a la representación de la diosa, al parecer en protesta por el arresto de otra compañera sufragista. 


Afortunadamente, los daños fueron controlados, y la pintura pudo ser restaurada con éxito. La agresora fue condenada a seis meses de prisión; en una entrevista concedida años después, manifestó que "no le gustaba la manera en que los hombres que visitaban el museo permanecían asombrados todo el día frente al cuadro". El tratamiento dado al ataque en la prensa del momento resultó entrañable: no se hablaba de "daños", sino de "heridas", como si la víctima fuese una mujer real...

viernes, 3 de marzo de 2017

COMPRAR OBRAS DE ARTE I: cuando la operación no sale como se esperaba...

Bueyes y barca. Sorolla (1894)
La adquisición de una obra de arte puede convertirse en una operación financiera de alto riesgo.... Y si no que se lo pregunten a la larga lista de "ingenuos" que, por diversos motivos, se han encontrado con que lo que han adquirido no es realmente lo que esperaban.

Esto le pasó a un anticuario de Valencia con un cuadro atribuido a Sorolla titulado Bueyes y barca. Con motivo del 50 aniversario del pintor Joaquín Sorolla, se celebraba en Valencia una exposición de arte. D. Adolfo ofreció a D. Antonio un cuadro atribuido a Joaquín Sorolla y firmado por él, representando una barca a la orilla de la playa, con la vela blanca desplegada y en primer término una pareja de bueyes. D. Antonio, entusiasmado ante un lienzo de tal categoría, muy apto para encabezar la exposición de arte, aceptó la oferta, firmándose entre ambos el contrato de compraventa en septiembre de 1973, y fijándose el precio de la transacción en 10 millones de pesetas.

Tan preciada adquisición fue destinada a la exposición de Valencia en homenaje a Sorolla, siendo exhibida como la pieza maestra de la exhibición, reproducida a todo color en la portada del catálogo editado a tales efectos y objeto de diversas noticias en prensa.

Poco después, D. Antonio comenzó a recibir alarmantes noticias acerca de la autenticidad del cuadro, por lo que requirió la experta opinión del Director del Museo Sorolla, quien a simple vista aseguró tajantemente que el cuadro era una burda falsificación! El perjudicado intentó entonces desprenderse del lienzo y recuperar el dinero pagado, al considerarse engañado por el vendedor, pero no pudiendo llegar a un acuerdo con este último, emprendió acciones judiciales.

Alegaba D. Antonio haber sido objeto de un engaño, por lo que pedía la rescisión del contrato de compraventa celebrado en su día. Manifestaba haber adquirido el cuadro en la creencia -inducido por el vendedor- de que se trataba de un Sorolla original. Por su parte, D. Adolfo se opuso a la nulidad del contrato alegando que lo vendido había sido un cuadro inequívocamente atribuido al mencionado pintor, sin que le fuera exigible a él responder de la cuestionada autenticidad. 

Tanto el Juzgado de Primera Instancia al que inicialmente le correspondió el asunto, como la Audiencia Provincial que conoció del caso en vía de recurso, así como el Tribunal Supremo, dieron la razón al demandado, esto es, al inicial vendedor del cuadro. Si bien durante la instrucción del proceso judicial se confirmó mediante una prueba pericial que la firma del cuadro no pertenecía a Joaquín Sorolla Bastida, los tres tribunales desestimaron la demanda interpuesta, al considerar que en este supuesto no se podía invocar el error como causa de nulidad del contrato, ya que el mismo pudo ser evitado con tan solo la más normal diligencia, más exigible en supuestos como el presente en el que se trata de personas peritas, conocedoras del negocio que además asumen para sí la responsabilidad inherente a la garantía de autenticidad. Y es que D. Antonio, en el catálogo de la exposición en la que se ponía en venta el cuadro adquirido, hizo constar que "todos los cuadros expuestos se venden con la garantía de autenticidad". Y dada su condición de marchante de arte, se le suponía una diligencia adicional a fin de asegurarse de que las obras adquiridas eran originales. Dado que el comprador del cuadro, pese a sus supuestos conocimientos sobre la materia, obvió dicha diligencia imprescindible, aceptando como original una obra sin hacer ninguna comprobación al respecto, no se le permitió después alegar el error como causa de rescisión del contrato.