domingo, 29 de enero de 2017

REGALOS: te cambio un obelisco por un reloj!

Obelisco Place de la Concorde. París

Templo de Debod. Madrid
El intercambio de regalos entre los Estados es una práctica que se remonta milenios atrás. Muchas de las obras de arte que hoy en día se encuentran fuera de su lugar de origen responden a esta tradición, actualmente rechazada desde muchos sectores en cuanto a lo que suponen de expolio encubierto. Algunos de los ejemplos más conocidos son el caso del obelisco egipcio que preside la Place de la Concorde en París y los templos diseminados por distintas ciudades procedentes de la zona nubia de Egipto.

En 1830, el virrey de Egipto, Mehmet Alí, ofreció a Francia uno de los dos obeliscos erigidos a la entrada del templo de Luxor. Tras una ardua labor de ingeniería, el obelisco llegó a París en 1834, siendo instalado en la Place de la Concorde, donde actualmente permanece. Lo absurdo de la operación resulta patente: el obelisco que permanece in situ en Luxor, pareja del ofrecido por Egipto,  quedó huérfano, mientras que su "compañero" se encuentra exiliado y fuera de contexto en una plaza de una ciudad europea. Y el absurdo alcanza su más alta cuota cuando descubrimos que Francia ofreció, a cambio del regalo recibido, un reloj a Egipto, instalado en la Ciudadela de El Cairo, reloj que -según los habitantes de la ciudad- nunca funcionó...

Otro de los casos más conocidos de regalos de obras de arte entre Estados es el relativo a los templos nubios de Egipto. Entre 1959 y 1970, los gobiernos egipcio y soviético llevaron a cabo la construcción de la Presa de Asuán, con la finalidad de evitar las inundaciones derivadas de la crecida anual del Nilo, que en función de su caudal ocasionaba no pocos desbordamientos de las aguas. La construcción de la presa implicaba que muchos templos del Antiguo Egipto quedarían sumergidos por las aguas, lo que motivó una labor de salvamento propiciada por la Unesco que contó con la colaboración de varios países. En agradecimiento, Egipto regaló varios de esos templos: el templo de Dendur, actualmente reconstruido e instalado en el Museo Metropolitano de Nueva York; el templo de Taffeh, actualmente en Leiden (Holanda), y el templo de Debod, reconstruido al aire libre en Madrid. Todos ellos, fuera de su contexto original, tanto geográfico como cultural, lo que dificulta enormemente su interpretación y entendimiento. Más habría valido que, al igual que otros templos,  hubieran sido salvados y trasladados a un emplazamiento cercano, en vez de diseminarlos por el mundo a miles de kilómetros de su lugar de origen...

SAQUEADORES DE TUMBAS: una tradición milenaria

Papiro Abbot. Museo Británico
El saqueo de tumbas es un fenómeno universal y de larga tradición. En Egipto, hay constancia de robos en los enterramientos ya en época predinástica, alcanzando una proporción alarmante durante la dinastía XX.
El registro arqueológico evidencia saqueos en prácticamente la totalidad de las tumbas de los faraones del Valle de los Reyes. Sí, en todas, incluida Tutankamon, que fue expoliada al menos en dos ocasiones poco después de la muerte del rey, siendo nuevamente sellada por los sacerdotes y permaneciendo oculta hasta 1822.

Al resultado de las pruebas arqueológicas se añade una colección de papiros (Papiro Mayer B; Papiro Salt 124; Papiro Strike, o Papiro Abbot entre otros) que documentan de manera muy detallada las circunstancias del robo, su descubrimiento y el posterior juicio. Un ejemplo:

"Fuimos a robar en las tumbas según nuestro hábito regular, y encontramos la tumba de pirámide del rey Sjemreshedtawy, que no era en absoluto como las pirámides y tumbas de los nobles que habitualmente íbamos a robar. Tomamos nuestras herramientas de cobre y nos abrimos paso hasta la pirámide de este rey a través de su parte más interior. Encontramos sus cámaras subterráneas, agarramos velas encendidas y seguimos adelante. Luego atravesamos los escombros [...] y encontramos este dios yaciendo en la parte posterior de su lugar de enterramiento. Y encontramos el lugar de enterramiento de la reina... Abrimos los sarcófagos y los ataúdes en que estaban, y encontramos la momia real de este rey equipada con una espada. [...] Reunimos el oro que encontramos en la noble momia de este rey, junto con los amuletos y joyas que estaban en su cuello. [...] Del mismo modo reunimos todo lo que encontramos en la momia de la reina, y prendimos fuego a sus ataúdes. Nos llevamos los muebles que encontramos con ellos..."

La anterior confesión, recogida en el Papiro Leopold-Amherst, ejemplifica lo que sin duda era el modus operandi habitual de los ladrones de tumbas en el Antiguo Egipto. En ocasiones los saqueadores tropezaban con la entrada de la tumba por mero azar, lo que les convierte en meros oportunistas que aprovechan la ocasión que se les ofrece. Pero en otras ocasiones los ladrones sabían muy bien dónde buscar y con qué se iban a encontrar, pues eran los mismos que habían trabajado en el enterramiento o en la restauración posterior de la tumba.

Los objetos más preciados eran aquellos cuyo pequeño tamaño facilitaba tanto su traslado como su ocultación, y de fácil salida en el mercado:  tejidos, perfumes y cosméticos (estos últimos solo si el saqueo era inmediatamente posterior al enterramiento, ya que si había transcurrido tiempo suficiente, ni el perfume ni el cosmético eran ya utilizables); metales (el oro y la plata es lo primero que desapareció de la tumba de Tutankamon), vidrio,  etc. 

Las inspecciones regulares que se hacían de las tumbas evidenciaban los restos del saqueo, comenzando una investigación que, en algunos casos, condujo hasta los responsables del robo, algunos de cuyos interrogatorios han quedado recogidos en los papiros aludidos:

<<El quemador de incienso Nesamón fue traído. El gobernante le hizo prestar juramento... Le dijeron: "Cuéntanos la historia de tu salida con tus cómplices para atacar las Grandes Tumbas, cuando sacasteis esta plata de allí y os apropiasteis de ella". 
Dijo:"Fuimos a una tumba y de ella sacamos algunas vasijas de plata, y las repartimos entre nosotros cinco".
 Le aplicaron el palo. Dijo: "No vi nada más, lo que he dicho es lo que vi". 
Volvieron a aplicarle el palo. Dijo: "Basta, lo contaré...">>
 (Papiro Museo Británico 10052)

Uno de los procesos más "sonados" tuvo lugar durante el reinado de Ramsés IX. El Papiro Abbot relata la historia, cuyos principales personajes eran altos funcionarios de la Administración: el gobernador/visir del distrito; el alcalde de la parte oriental de la ciudad y el alcalde de la parte occidental. Al parecer, estos dos últimos no tenían buena relación, dada la rivalidad existente entre ellos. Así que Paser, que era como se llamaba el alcalde de la zona oriental, recibió de buen grado noticias sobre robos de tumbas en la orilla occidental. Viendo la oportunidad que se le deparaba de poner en aprietos a su rival del otro lado, se apresuró a informar al gobernador del asunto, quien envió a un grupo de soldados para que investigaran la acusación e interrogaran a Pauraa, el alcalde denunciado, quien alegó que la cifra de tumbas presuntamente saqueadas que había indicado Paser no se correspondía con la realidad, ya que tan solo había evidencias de profanación en una tumba real y en tumbas de particulares, lo que le permitió salir bien parado del proceso. La cosa no acaba ahí: deseoso de exhibir su triunfo ante su rival, Pauraa reunió a capataces, trabajadores, administradores de la necrópolis, empleados del cementerio y policías para desfilar por la parte oriental, con instrucciones concretas de pasearse triunfalmente por delante de la casa de Paser, quien, irritado ante tanta desfachatez, se dejó llevar por la ira, ocasionando un altercado con uno de los oficiales, y proclamando que informaría del asunto directamente al faraón. Gran error táctico por su parte que fue inmediatamente aprovechado por su rival. Pauraa envió una carta al visir acusando a Paser tanto de poner en duda la buena fe y honradez de la comisión que había demostrado su inocencia, como de presentar el cargo directamente ante el rey obviando la autoridad directa del visir. Este último, ofendido, convocó un nuevo juicio, esta vez contra Paser, quien fue finalmente acusado y condenado por perjurio.

Unos años después hubo una nueva investigación por otros casos de saqueos de tumbas, en el transcurso de la cual se demostró que el desdichado Paser tenía razón: el alcalde Pauraa y el visir estaban implicados en los robos en cuestión, junto con otros individuos identificados en los documentos, entre ellos un tallista, un artesano, un campesino, un aguador y un esclavo. Estos últimos fueron arrestados e interrogados con los métodos tradicionales de la época: se golpeaba a los prisioneros con una doble caña, azotando sus pies y manos, para refrescar su memoria. Ante tan persuasivos métodos, los denunciados confesaron y fueron condenados. 

Pauraa nuevamente se vio libre de culpa y permaneció en su cargo durante varios años más. No debería pues sorprendernos saber que el saqueo de las tumbas continuó...



sábado, 21 de enero de 2017

ROMA, CIUDAD ETERNA: eternamente expoliada...

El Saco de Roma
Pocas ciudades evocan un pasado de referente cultural y artístico de manera tan contundente como Roma. Y pocas ciudades han sido objeto de tantos saqueos como Roma, ocho ni más ni menos...

Año 387 a. C.: los galos invaden la ciudad, en venganza por la muerte a manos de Quinto Fabio de uno de sus gobernantes. Roma sufre un saqueo generalizado, en el transcurso del cual se destruyen innumerables escritos romanos de la época.

Año 410 d. C.: el ejército visigodo, comandado por Alarico, asalta Roma. El Senado romano ofrece un tributo, a cambio de su retirada, en oro, plata y pimienta, oferta aceptada por los visigodos pero rechazada por el emperador Honorio, lo que motivó una nueva entrada de los invasores, quienes dedicaron tres días y sus tres noches consecutivas a saquear la ciudad. Este acontecimiento quedó grabado en la memoria de todos como un hito destacable en la decadencia del Imperio Romano de Occidente. Los paganos culparon del desastre al abandono de la antigua religión romana a favor del cristianismo. 

Año 455 d. C.: en esta ocasión son los vándalos los que amenazan la paz romana. Según los relatos de los cronistas de la época, el Papa León I intercedió ante el cabecilla vándalo, el rey Genserico, para que sus tropas no destruyeran la ciudad ni matasen a sus habitantes, ofreciendo a cambio abrir las puertas de la ciudad en señal de rendición. Los vándalos no cumplieron su palabra, y durante aproximadamente 15 días se dedicaron a una frenética actividad de rapiña.

Año 472 d. C.: las tropas del emperador Ricimero asedian la ciudad y asesinan al emperador Antemio, dando lugar a uno de los saqueos más violentos que se recuerdan.

Año 456 d. C.: los galos, comandados por su rey Totila, asedian la ciudad hasta rendirla por hambre. El saqueo en este caso fue más ordenado. Pero años después Totila capturó nuevamente Roma y, en esta ocasión, el saqueo alcanzó tal punto que la ciudad quedó deshabitada durante más de un mes.

Año 846 d. C.: los piratas sarracenos llegan a Roma tras arrasar otras poblaciones. Al no ser capaces de franquear las murallas de la ciudad, dedicaron sus esfuerzos a destruir y expoliar todo lo que quedaba fuera murallas, como las basílicas de San Pedro y San Pablo, haciéndose con numerosos objetos de liturgia y profanando altares. Dada la conmoción que este saqueo supuso para la población de Roma, ante la importancia religiosa de las basílicas, a finales de siglo se construyeron las Murallas Leoninas, a fin de proteger dichas construcciones.

Año 1084 d. C.: con motivo del intento del Papa Gregorio VII de excomulgar al normando Enrique IV, se inicia una disputa que concluye con la excomunión del propio papa, quien se ve obligado a refugiarse en el Castillo de Sant'Angelo. Los normandos fieles al papa obligan a Enrique IV a abandonar la ciudad. Entre uno y otro episodio, Roma sufre sucesivos saqueos e incendios de sus iglesias.

Año 1527 d. C.: conocido como "Sacco di Roma", tuvo lugar el 6 de mayo de 1527. Las tropas imperiales de Carlos I inclinan la balanza en la contienda entre el Sacro Imperio Romano Germánico y la Liga de Cognac (Milán, Venecia, Francia, Florencia y el Papado). Tras un largo periodo de batallas, las tropas imperiales se quedaron sin fondos para pagar la soldada, lo que motivó un motín por parte de los soldados, obligando al Condestable de Francia (el Duque de Borbón) a dirigirse hacia Roma, donde atacaron las murallas. En el transcurso de la refriega, el Condestable murió, lo que desató el caos entre las tropas, quienes finalmente consiguieron traspasar las murallas. Mientras el Papa Clemente VII permanecía recluido en su castillo sitiado por el ejército imperial, comenzó el que que ha sido considerado el peor de los saqueos de Roma: palacios e iglesias incendiados y pillaje generalizado, incluida la colección artística del Vaticano. Finalmente, el papa se rindió a cambio de un elevado rescate. Algunos autores han querido ver un lado positivo en este último saqueo, que supuso el inicio del fin del Renacimiento romano, y es que la dispersión de las obras de arte romanas por toda Europa propició la expansión de una corriente artística limitada hasta ese momento a una región, algo similar a lo que ocurrió con la toma y saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada en 1204: la llegada a Europa de gran cantidad de obras de arte hizo posible un renovado influjo de la estética bizantina en todo Occidente.

Una curiosidad: el día del inicio del saqueo, el 6 de mayo, las tropas imperiales masacraron a la Guardia Suiza en la escalinata de la Basílica de San Pedro mientras esta intentaba proteger la retirada del Papa al Castillo de Sant'Angelo a través de un pasadizo. En recuerdo de su tragedia y sacrificio,  los nuevos reclutas de la Guardia Suiza prestan su juramento cada año en esa fecha. 

LA PIEDRA ROSETTA: nacida en Egipto, descubierta y descifrada por los franceses, y exhibida por los ingleses

Piedra Rosetta. Museo Británico. Londres
La Piedra Rosetta es una estela fragmentada que recoge un decreto del faraón Ptolomeo V de Egipto, fechado en el año 196 a. C. Pese a su habitual denominación como "trilingüe", lo cierto es que el texto solo recoge dos lenguas, la egipcia y la griega, si bien transcrita en tres escrituras, toda vez que el demótico y el jeroglífico son dos sistemas de escritura distintos partiendo de la misma lengua, la egipcia.

Entre 1798 y 1801, una expedición militar francesa, comandada por Napoleón Bonaparte, se propuso conquistar Egipto, entablando batallas no solo contra los mamelucos sino también contra los ingleses, quienes finalmente ganaron la guerra. Desde el punto de vista militar, la aventura de Napoleón fue un desastre, no así desde el punto de vista cultural. Napoleón se hizo acompañar de 167 científicos de diversas disciplinas: historiadores, filólogos, biólogos, ingenieros, etc., que recorrieron el país del Nilo en busca de monumentos y obras de arte, constituyendo una auténtica academia de sabios que reflejaron sus descubrimientos en una monumental obra titulada Description de L'Egypte.

El 15 de julio de 1799, el teniente francés Pierre François Bouchard descubrió por azar la estela, que había ido a parar como elemento de construcción al fuerte Saint Julien, a unos 3 kilómetros de la población de Rashid, en el Delta del Nilo. El teniente Bouchar, un militar culto, intuyó la importancia del descubrimiento, al reconocer una de las lenguas transcritas en la piedra, por lo que puso el hallazgo en conocimiento de sus superiores. La piedra fue a parar a manos del general francés Menou, quedando en su propiedad con la intención de trasladarla a Francia.

Tras la rendición francesa ante las tropas inglesas, la Capitulación de Alejandría en 1801 estableció en su artículo 16 que todas las piezas y objetos hallados por los franceses debían pasar a manos del vencedor, con la excepción de pequeños objetos "de recuerdo" que los franceses podían llevarse consigo al abandonar Egipto. El general Menou hizo lo posible y casi lo imposible para ocultar la piedra a los ingleses, quienes ya estaban avisados del hallazgo. El relato acerca de las circunstancias concretas de la entrega de la estela a los británicos no está exento de discrepancias, según la fuente consultada. Incluso se apunta que Menou intentó hacer pasar la piedra como objeto de recuerdo en su equipaje de mano, algo bastante inverosímil atendiendo el tamaño y el peso de la estela, unos 760 kilos. 

Sea como fuere, los ingleses se hicieron con la estela, que fue transportada a Londres y exhibida en el Museo Británico, donde permanece a día de hoy. Afortunadamente para los franceses, estos habían hecho copias y moldes de la piedra antes de su entrega a los ingleses, lo que propició que fuera precisamente un francés, Jean François Champollion, quien años más tarde descifrara la estela y permitiera con ello la interpretación de los textos egipcios.  Una victoria moral para los franceses tras la frustración que supuso la pérdida de la piedra ante los ingleses.

Junto con el Busto de Nefertiti (en Berlín) y el Zodíaco de Dendera (en el Louvre), la Piedra Rosetta constituye uno de los símbolos egipcios no solo más conocido sino también más reclamado por el estado egipcio. Su importancia trasciende el mero valor histórico de la pieza: fue la llave que abrió el paso al entendimiento de la cultura de los faraones, permitiendo la traducción de los textos y de los jeroglíficos inscritos en los monumentos, y de ahí su trascendencia como icono de una época, la del Antiguo Egipto.

En 2003, el gobierno egipcio efectuó una reclamación formal para su restitución ante el Museo Británico, que obviamente no fue atendida. En un alarde de generosidad, el museo regaló poco después a Egipto una reproducción de la estela a tamaño natural, la cual puede ser vista hoy en día en el Museo de El Cairo. Las reclamaciones egipcias persistieron en los años sucesivos, llegando a ofrecer como alternativa renunciar -siquiera provisionalmente- al retorno definitivo de la pieza con la condición de que el Museo Británico la cediera cada año durante unos meses, opción que tampoco ha sido aceptada por las autoridades británicas. 

Fácil es de comprender el valor simbólico que la estela tiene para los egipcios; pero también son fácilmente comprensibles los motivos argumentados por los británicos para denegar la devolución. Entre ellos, es incontestable el hecho de que, aún accediendo a la devolución, la estela no sería en ningún caso ubicada en su lugar de emplazamiento original (que se desconoce), ni en el lugar donde fue descubierta (una remota aldea del Delta del Nilo), sino que sería ubicada en el museo egipcio, por lo que -a juicio de los ingleses- poca diferencia habría entre su exhibición en un museo o en otro.

Y la polémica, a día de hoy, sigue abierta...



EXPOLIO NAZI: los Monuments Men

Monuments Men en las minas de Altaussee, Austria
La invasión nazi de Europa supuso una tragedia por todos conocida. Lo que no es tanto del dominio público es el expolio sistemático que las tropas alemanas llevaron a cabo en los países sometidos, llegando a hacerse con una impresionante colección de obras de arte procedentes tanto de museos e instituciones como de particulares. 

Con la excusa de retirar lo que denominaron "arte degenerado" - sobre todo el arte vanguardista-, o con el pretexto de poner a salvo de los bombardeos aliados las obras de arte, Hitler encomendó al mariscal Hermann Göring el proyecto de saquear todo lo que de valor encontrara a su paso. De esta manera, se hicieron con más de 20.000 obras de arte de Bélgica; 30.000 de Holanda; 100.000 de Francia, y prácticamente el 40% de su patrimonio histórico en el caso de Polonia. Muchas de esas obras (pinturas, esculturas, libros, joyas, etc.) adornaban las mansiones de los jerarcas nazis; otras, fueron vendidas para compensar la imperiosa necesidad de fondos del Tercer Reich. Esto último propició que marchantes con pocos escrúpulos adquirieran obras de arte de las vanguardias por un precio muy inferior al real. 

La mayoría de las obras se vendieron, curiosamente, en Francia: obras de Van Eyck, Velázquez, Goya, Manet, Picasso, Matisse, Renoir, Rubens, Dalí, Van Gogh, Durero, Cranach y un largo etcétera se dispersaron por el mundo. Muchas de ellas fueron adquiridas por particulares o instituciones que las compraron a terceras personas, en ocasiones de buena fe, desconociendo su ilícita -e inmoral- procedencia. 

Un apartado especial merece la incautación de obras de arte en poder de los judíos, desposeídos de todas sus pertenencias y derechos, además de sus vidas. El destino de esas obras incautadas ha sido dispar. En ocasiones, familias enteras sucumbieron en los campos de concentración, por lo que nadie reclamó la devolución de las obras. En otros casos, los supervivientes o sus descendientes no pudieron acreditar su titularidad, al haber perdido todos sus documentos, fotografías, etc. Pero también conocemos algunos casos en los que se ha reivindicado la devolución de las obras, con mejor o peor fortuna.

En 2006, los herederos de Adele Bloch-Bauer interpusieron una demanda contra el estado austriaco reclamando el retrato de la dama, del pintor G. Klimt, incautado en su día por los nazis. Las autoridades austriacas accedieron a su devolución.

En 2011, la Asociación Holandesa de Museos identificó 139 obras de arte supuestamente robadas por los nazis a los judíos entre 1933 y 1945, poniendo a disposición de los afectados una página web a fin de consultarlas y, en su caso, instar su reclamación. Ese mismo año, la policía alemana localizó un escondite en Munich con una colección de cerca de 1500 piezas de Picasso, Matisse, Chagall y otros, atesoradas por Hildebrandt Gurlitt, uno de los esbirros de Hitler encargado de depurar el denominado "arte degenerado". Entre esas obras recuperadas, "Mujer sentada", de Henri Matisse, incautada al marchante francés de arte vanguardista Paul Rosenberg con la entrada de los nazis en París, y restituida tras su aparición a sus herederos.

También en 2014 el estado francés devolvió tres obras que habían sido expoliadas por los nazis a sus legítimos propietarios. Muchas otras reclamaciones están en curso.

En España se tiene constancia de la existencia de dos obras procedentes de dicho expolio, "La familia en metamorfosis" de André Masson, exhibido en el Reina Sofía, institución que adquirió legalmente el cuadro en 1995 y alcanzó un acuerdo privado con los descendientes del dueño original. Y "Rue de Saint Honoré por la tarde", de Camille Pissarro, actualmente en la fundación Thyssen-Bornemisza. En este último caso, el asunto acabó en los tribunales, quienes dieron la razón a la Thyssen frente a los herederos del propietario.

Cierto es que muchas obras fueron recuperadas a finales de la guerra y con posterioridad, gracias entre otros motivos a la creación, en diciembre de 1943, de una comisión denominada Monuments Fine Arts and Archives, compuesta por un reducido grupo de militares con conocimientos históricos y artísticos, encargada de localizar y salvaguardar el patrimonio expoliado por los nazis. Fruto de esa labor, los denominados Monuments Men localizaron, entre otras, las minas de Altaussee, en Austria, una red de 138 túneles repletos de obras de arte. Entre las piezas recuperadas, La Virgen de Brujas de Miguel Ángel, El Astrónomo de Vermeer o El Retablo de Gante de Van Eyck. Muchos otros refugios (iglesias, subterráneos, almacenes) destinados por el Tercer Reich para guardar las piezas expoliadas fueron hallados, lo que sin duda contribuyó a la salvación de las obras, ya que al parecer los soldados alemanes tenían órdenes de destruir todo lo que no pudieran llevarse ante los avances de las tropas aliadas. 



domingo, 15 de enero de 2017

LOS MÁRMOLES DEL PARTENÓN: ¿salvados o saqueados?

Friso de las Panateneas
El Partenón es sin duda una de las construcciones más emblemáticas de la Grecia clásica. Presidiendo la Acrópolis de Atenas desde el siglo V a. C., ha sido objeto de múltiples saqueos, daños y restauraciones poco eficaces, así como sucesivos cambios en cuanto a su funcionalidad.
Consagrado inicialmente a la diosa Atenea Parthenos, en el siglo VI de nuestra era es transformado en un templo cristiano; en el siglo XIII, en catedral griega ortodoxa; y a finales del siglo XV, en mezquita. 

Los bombardeos de los venecianos en 1687 arrasaron la mayor parte del templo. Durante la Guerra de la Independencia de Grecia (siglo XIX), la Acrópolis fue asaltada en dos ocasiones, una por cada uno de los bandos en contienda.
También los fenómenos atmosféricos han contribuido a lo largo del tiempo a su deterioro, habiendo sido muy criticados los métodos utilizados tanto por los griegos como por los ingleses para la limpieza de los mármoles.

Uno de los episodios más famosos -para algunos una tarea de salvamento; para otros, un acto de expolio- ocurrió en 1798, fecha en la que Thomas Bruce, conde de Elgin, fue nombrado Embajador del Imperio Británico en Constantinopla. Lord Elgin obtuvo el permiso del Sultán del Imperio Otomano -Grecia formaba parte en aquel momento del imperio otomano- para adquirir materiales del Partenón, con la inicial intención de instalarlos en su mansión de Escocia. A tales efectos, y a fin de facilitar el traslado, cortó sin ningún miramiento capiteles y metopas, causando unos daños irreparables. Finalmente, Elgin vendió las piezas al gobierno británico en 1816, quedando ubicadas en el Museo Británico, donde permanecen a día de hoy.
Tampoco en su nuevo emplazamiento la estructura se vio exenta de daños: un proceso de limpieza calificado por algunos expertos como excesivamente agresivo; y actos de vandalismo por los visitantes, que van desde roturas, grafitis y robos, deterioraron aún más el maltrecho monumento.

Desde hace dos siglos, el debate acerca de su emplazamiento es recurrente: ¿deben permanecer los mármoles de Elgin en su emplazamiento actual, una reconocida institución como es el Museo Británico? ¿O deben ser devueltos a su ubicación original, Atenas?

Las posturas se encuentran muy enfrentadas, y parecen irreconciliables. A favor de su permanencia en Londres se esgrimen argumentos como la legitimidad de su titularidad, ya que los mármoles fueron comprados legalmente; la mayor seguridad que una institución como el Museo Británico puede garantizar a la estructura, frente a las precarias condiciones de la Acrópolis de Atenas, o los riesgos que podría implicar un nuevo traslado de las piezas.
Por contra, los partidarios de su devolución a Atenas esgrimen el origen del templo y la integridad del monumento, lo que permitiría exhibir los mármoles en su contexto histórico y cultural originario.

El tema ha sido incluso tratado en la Cámara de los Lores del Parlamento Británico, en un debate celebrado en 1997. Un año después, una encuesta llevada a cabo en Gran Bretaña arrojó los siguientes resultados:
- 40% votaron a favor de su devolución a Grecia
- 15% votaron a favor de su permanencia en Londres
- el 45% restante no votó o no tuvo opinión sobre el tema

Una campaña en internet (http://bringthemback.org) intenta recoger firmas suficientes para presentar una alegación a favor de su devolución ante el Parlamento Europeo. 

El conflicto abarcas diversos aspectos, jurídicos, culturales, artísticos y éticos. Desde el punto de vista legal, Grecia tiene escasas posibilidades de ganar la batalla, toda vez que los mármoles no fueron robados en sentido literal, sino que salieron del país fruto de una operación de compraventa autorizada en ese momento por el gobierno otomano. Por otra parte, el Museo Británico no cederá voluntariamente la colección en ningún momento, no solo por la pérdida que para la institución supondría el retorno de los mármoles, sino porque dicha devolución abriría la puerta a múltiples reclamaciones de diversos países que vieron expoliado su patrimonio a lo largo de los siglos, una situación que cualquier museo del mundo intentará evitar: si el British, el Louvre, el Metropolitan  y tantos otros se vieran obligados a desprenderse de las piezas adquiridas en situación de a-legalidad, sus fondos sufrirían una merma difícilmente sostenible.


Grecia reclama insistentemente su devolución alegando su origen, la integridad del monumento y la existencia a día de hoy de medidas de control que garantizarían la conservación in situ de los mármoles, como es el nuevo Museo de la Acrópolis de Atenas. Pocas dudas hay acerca de la titularidad cultural de los griegos, y desde aquí abogamos por la ubicación de las obras de arte en su contexto original en la medida de lo posible. Pero mayor peso tiene si cabe el alegato acerca de la integridad del monumento. Cualquiera que en la actualidad quiera contemplar el friso de las Panateneas que recorría el interior del templo, deberá hacer cuatro visitas: el lado oeste permanece en el Partenón, y los otros tres lados están repartidos entre el British, el Louvre y el Museo de la Acrópolis de Atenas. Toda una insensatez¡¡¡






EL BUSTO DE NEFERTITI: la pasión de Hitler

Busto de Nefertiti. Reino Nuevo, Dinastía XVIII. Berlín
Sin duda una de los ejemplos más representativos del expolio del arte egipcio, el busto fue hallado en 1912 en el propio taller escultórico de Amarna (Egipto), y representa a la reina Nefertiti, esposa principal del rey hereje Akenatón de la dinastía XVIII, que reinó en el país del Nilo a mediados del siglo XIV a. C.

Los hombros y partes de la corona fueron modelados en yeso sobre un núcleo de piedra, corrigiendo varias veces el modelo antes de aplicar la pintura. Y es que el busto no era más que eso, un modelo, hecho que quizás también explicaría la ausencia de incrustación en el ojo izquierdo, concebido de forma totalmente simétrica y con una expresión atemporal atípica en el contexto de las imágenes de esa época. 

Gracias a esta y otras obras halladas en el taller del escultor, en su mayoría trasladadas al Museo egipcio de Berlín tras el reparto oficial de los hallazgos entre el Estado egipcio y el mecenas berlinés James Simon, tenemos la excepcional oportunidad de contemplar cómo era el taller de un artista que trabajó hace más de 3000 años, y que abandonó la ciudad precipitadamente junto con el resto de sus habitantes en el inicio del reinado del sucesor de Akenatón, el joven y famoso Tutankamón.

Desde el primer momento de su exhibición en el Neues Museum de la Isla de los Museos de Berlín, donde todavía permanece, alcanzó una enorme popularidad por su exquisita y atípica belleza.

Durante el nazismo, el ministro prusiano Hermann Goering planteó la posibilidad de su devolución a Egipto, a lo que Hitler se opuso tajantemente por considerar que el busto de la reina era un claro exponente de la raza aria. Una clara evidencia de otra de las muchas "virtudes" que adornaban al dictador: su ignorancia histórica, ya que según todos los indicios, Nefertiti era de origen nubio, por lo que su más que probable tono de piel distaba mucho del ideal ario que reivindicaba Hitler...

Pese a las constantes reclamaciones del Estado egipcio para conseguir su devolución, la top model de las reinas egipcias continúa hoy en día en Berlín. "Lo que está en Alemania se queda en Alemania", se cuenta que dijo Hitler. Y, lamentablemente para los egipcios, parece que se salió con la suya...

sábado, 14 de enero de 2017

LOS ABD-EL-RASUL DE GURNA: expoliando en familia

Gurna, Luxor (Egipto)
Los saqueos de las tumbas de los faraones egipcios aparecen recogidos en antiguos papiros, documentándose diversos procesos judiciales por robo. Durante el Reino Nuevo, varios reyes fueron sacados de sus  tumbas ya expoliadas y escondidos en una tumba tallada en la roca en Deir el Bahari. La noticia sobre la existencia y ubicación de esta cachette pasó desapercibida en los siglos posteriores, hasta su descubrimiento casual en el último tercio del siglo XIX por la familia Abd-el-Rasul, habitantes de la aldea de Gurna, que dieron por azar con un auténtico filón. 

Dada la magnitud del hallazgo, la familia decidió mantener el secreto e iniciar un discreto pero lucrativo negocio vendiendo de vez en cuando alguna pieza menor del ajuar funerario. Pero pronto se hizo evidente que en alguna parte se había producido un hallazgo importante, dados los objetos que iban apareciendo en el mercado. Tras una exhaustiva investigación por parte de los responsables del Museo egipcio de El Cairo, se pudo relacionar a la familia Abd-el-Rasul con el saqueo de la tumba, pero el proceso no fue fácil.

El jefe del clan fue detenido e interrogado por el mudir de Keneh, el pachá Daoud, famoso por sus persuasivos métodos de interrogación. El sospechoso negó la acusación, siendo respaldado por todos los habitantes de Gurna, que proclamaron sin ningún pudor que entre la muy honesta comunidad, la familia Abd-el-Rasul era la más honesta de todas. Ante la falta de pruebas, el sospechoso fue puesto en libertad, pero un mes más tarde, uno de los miembros más jóvenes de la familia -en un inesperado ataque de conciencia- confesó ante el mudir. Emile Brugsch fue enviado por el Museo para investigar el asunto, y en julio de 1881 accedió a la tumba escondida (la denominada DB 320), encontrando los restos de algunos de los más famosos reyes del antiguo Egipto, intactos en el lugar donde habían sido resguardados tres mil años antes por los sacerdotes. La tumba se vació de manera apresurada en solo 48 horas, y los reyes fueron embarcados en una lancha por el Nilo hasta El Cairo.

Cuenta la historia que, mientras la lancha seguía su curso río abajo, los hombres de las aldeas vecinas dispararon sus rifles al aire, mientras las mujeres se mesaban los cabellos y lanzaban el tradicional grito de lamento por los muertos, como si de un funeral se tratase. Los pocos escrúpulos que habían demostrado a la hora de saquear las tumbas, se convirtieron en sentidas señales de respeto y duelo ante la marcha de sus reyes.

El funcionario de la aduana de El Cairo no mostró el mismo respeto ante la llegada de la mercancía: al no contar con ninguna tasa específica para "momia", aplicó la correspondiente a "pescado seco"¡

Por cierto, años después, la familia volvió a saltar al estrellato: el 4 de noviembre de 1922, el pequeño Husein Abd-el-Rasul colaboraba con la cuadrilla de Howard Carter en la búsqueda de la tumba de Tutankamón, acarreando agua para los trabajadores. Al depositar una de las jarras en la arena, descubrió por casualidad el primer peldaño de la escalera que conducía a la tumba, propiciando así el que probablemente es el más famoso descubrimiento de la egiptología. Los Abd-el-Rasul parecen tener un instinto especial para encontrar tumbas perdidas...


miércoles, 11 de enero de 2017

EL SARCÓFAGO DE MICERINOS: egipcio, inglés o español?

Grabado del sarcófago de Micerinos según Howard Vyse
Micerinos fue un faraón que reinó en Egipto durante la cuarta dinastía (mediados del tercer milenio a. C.). Su pirámide en Giza (Cairo), junto con las de sus predecesores Keops y Kefrén, constituye sin duda uno de los monumentos más conocidos del antiguo Egipto.

En 1837, Howard Vyse accede al interior de la pirámide, encontrando el sarcófago de basalto -por supuesto sin la momia- del faraón. Siguiendo la política de saqueo generalizada en la época, el sarcófago se embarca en el buque británico Beatrice, para su traslado a Gran Bretaña.

El 10 de octubre de 1838, tras una escala en Malta, una violenta tormenta ocasiona el naufragio del buque, noticia que aparece en una crónica militar de la época, ubicándose el siniestro frente a las costas de Cartagena. Sumido en el olvido durante años, en 1996 una fundación privada española puso en marcha un proyecto para la localización y recuperación de los restos del buque, una empresa que se topó con innumerables trabas burocráticas. Un año después, el Ministerio de Cultura español apadrinó una campaña de prospección para la localización del buque y de su preciosa carga. La precariedad de los medios impidió obtener resultados positivos.

Y cabe preguntarse: dando por buena la información sobre el contenido del buque, y la noticia de su naufragio, incluso su posible ubicación aproximada, ¿por qué no se lleva a cabo una operación para la recuperación de los restos, de manera rigurosa y con los medios adecuados? ¿Es que a nadie le interesa? La respuesta a la segunda pregunta es obvia: la recuperación de la carga del buque, y en especial del sarcófago del faraón, sería un premio para cualquier país. Al margen del innegable valor histórico artístico de las piezas, la salida a la superficie- nunca mejor dicho- del sarcófago de uno de los más célebres faraones del antiguo Egipto supondría un hito casi comparable al descubrimiento de la tumba de Tutankamón. ¿Por qué entonces tanta desidia?

Y la respuesta a esta última pregunta también es evidente: la batalla legal que se originaría para la atribución de la carga del buque a su "legítimo propietario" duraría siglos de litigios. Y es que tres países estarían en condiciones de reclamar su tenencia: Egipto, propietario -al menos moral- del contenido; Gran Bretaña, dado que el buque es de pabellón británico; y España, dado que según las informaciones más fiables el buque se encuentra en aguas jurisdiccionales españolas. Las reclamaciones de los tres países ante los Tribunales serían interminables, y sin pocas soluciones viables.

Egipto tan solo podría alegar su derecho moral respecto a producciones culturales propias, que salieron del país en una época de a-legalidad, cuando no había ninguna legislación que impidiera la salida de las obras de arte, situación que aprovecharon las potencias coloniales y algún particular especialmente espabilado para llenar sus museos con tesoros de diversa procedencia.
España podría alegar la ubicación del buque con su carga en las aguas jurisdiccionales propias.
Y Gran Bretaña alegaría la ley del mar: los buques con pabellón del Estado pertenecen, junto con su carga, a dicho Estado.

Quizás este, y no otro, es el motivo por el que ninguno de los tres países afectados se atreva a implicarse de manera expresa en un trabajo de localización y recuperación de los restos. Si no tenemos claro que nos lo vayamos a poder quedar nosotros, al menos que no se lo queden otros, deben pensar...

Y así, el sarcófago de Micerinos continúa olvidado en el fondo del mar...




EXPOLIO EN LA BIBLIOTECA DIOCESANA DE ZAMORA: cuando el ladrón es uno de los nuestros...


La Biblioteca Diocesana de Zamora cuenta con un importante patrimonio bibliográfico, que fue objeto de expolio entre los años 1994 y 1996.

La trama para despojar al Archivo de la Diócesis contaba con un bibliógrafo cordobés y un sacerdote, a la sazón el entonces director del archivo. El particular, aprovechando sus conocimientos profesionales, solicitaba del director del archivo los libros que consideraba podían ser susceptibles de venta en el mercado, los cuales eran sacados de la biblioteca por el sacerdote. Respecto de los incunables, los cuales se encontraban depositados en un armario dentro del despacho del obispo cuya llave estaba en poder del secretario, el director de la biblioteca los solicitaba, devolviendo posteriormente otros libros aparentando ser los mismos, no sospechando nada el secretario, que sólo anotaba la salida y devolución de los libros, pero sin comprobar que efectivamente los que se devolvían eran los mismos que se habían sacado.

Posteriormente los libros eran entregados por el sacerdote al bibliógrafo, quien procedía a su "limpieza", borrando todos los sellos o ex-libris que pudieran facilitar su identificación, y realizaba la  venta, tanto a particulares como a librerías especializadas.

De esta manera, desaparecieron un total de 466 obras, de las cuales 10 de ellas eran incunables. 

Ambos fueron condenados por un delito de hurto, acordándose en la sentencia la devolución de todos los libros adquiridos por los terceros de buena fe, al considerar que los mismos formaban parte del patrimonio cultural, y por tanto quedaban fuera del comercio, y sin perjuicio de las indemnizaciones que procedieran a favor de aquellos que los habían adquirido desconociendo su origen ilícito.

Lamentablemente, no es el único caso de expolio del patrimonio cultural que ha contado con colaboración desde dentro. Más allá de la negligente, que no delictiva, participación del secretario del obispo, quien obvió todas las medidas de seguridad para comprobar la devolución de los incunables -probablemente por la confianza que le inspiraba el director del archivo diocesano- lo cierto es que en estos casos resulta difícil prevenir los ataques contra los bienes culturales: todas las medidas de seguridad que se puedan establecer fracasan cuando los encargados de custodiar las obras de arte son precisamente los que contribuyen a su expolio de manera directa...

domingo, 8 de enero de 2017

EL GRITO DE MUNCH: o mejor dicho, Los Gritos de Munch...

Las cuatro versiones de El Grito

El Grito, del noruego Edvard Munch, es sin duda una de las obras más celebres de la historia del arte, convertida con el tiempo en un icono cultural y reproducida en innumerables ocasiones en todo tipo de objetos y materiales. Existen cuatro versiones del cuadro, la original de 1893, así como una litografía.

Una obra tan conocida no podía pasar desapercibida para los amantes de lo ajeno, quienes en dos ocasiones lograron hacerse con una de las versiones del cuadro.

El 12 de febrero de 1994, un conocido ladrón de arte, Pal Enger, trepó por una escalera hasta la ventana de acceso a la sala de la Galería Nacional de Oslo donde se exhibía la primera versión del cuadro. Según las cámaras de seguridad, tardó exactamente 50 segundos en hacerse con la pieza, e incluso le sobró tiempo para dejar una nota: "Gracias por la falta de seguridad". Y es que el robo resultó demasiado fácil...  Unos meses después, tras una petición de rescate al gobierno noruego que no fue atendida (los ladrones solicitaron un millón de dólares), una acción policial conjunta consiguió la recuperación de la obra, la cual fue devuelta a su emplazamiento original. Eso sí, hoy en día las condiciones de seguridad en las que se muestra en la Galería de Oslo son muy distintas... 

El 22 de agosto de 2004, una de las dos versiones del cuadro que se exhiben en el Museo Munch de Noruega fue objeto de un robo con intimidación, una figura delictiva poco habitual en el mundo del arte. Varios ladrones encapuchados entraron en el museo en horas de apertura armados con pistolas, haciéndose con la versión de El Grito y con La Madonna, también obra de Munch. El museo esperó una petición de rescate que nunca llegó. Se llegó a ofrecer una rocambolesca recompensa por la recuperación de las obras por parte de la compañía M & M's Dark Chocolate, quien ofreció 2 millones de chocolatinas a cambio de cualquier información, pero solo la confesión de uno de los autores a cambio de una rebaja en la futura condena permitió a la policía noruega la recuperación de las obras en agosto de 2006. Lamentablemente, El Grito había sufrido daños irreparables. 

Cabe preguntarse cuál fue el verdadero motivo de ambos robos, ya que al tratarse de una obra tan conocida su venta resulta prácticamente inviable. El propio Enger, una vez detenido, confesó que había tenido escondido el cuadro entre las tablas de la mesa del comedor familiar.

En 2012, El Grito volvió a ser noticia de cabecera en todos los medios de comunicación, si bien en esta ocasión por un motivo distinto. La última versión del cuadro, de 1895, la única que permanecía en manos de un coleccionista privado, fue sacado a subasta y vendido por la friolera de 120 millones de dólares, convirtiéndose en la obra de arte más cara vendida en subasta hasta ese momento.

Con tantas vicisitudes, no es de extrañar que la figura de El Grito se lleve las manos a la cabeza con expresión horrorizada... 


sábado, 7 de enero de 2017

MONASTERIOS DE SACRAMENIA Y OVILA: cuando el coleccionismo se convierte en expolio

Portada de la iglesia del monasterio de Ovila. San Francisco
¿Cómo acaban dos monasterios cistercienses españoles en California? La respuesta viene dada por la confluencia de dos factores: la codicia de unos y la despreocupación e ignorancia de otros.

Ambas variables convergen en el caso de los monasterios del siglo XII de Sacramenia (Segovia) y Ovila (Guadalajara), en la actualidad en Estados Unidos, ostentado el dudoso honor de ser los edificios más antiguos del país.

El monasterio de Ovila, fundado por Alfonso VIII de Castilla, fue clausurado en 1835, pasando a poder del Estado, el cual se despreocupó completamente del edificio. En 1927, los terrenos adyacentes al monasterio fueron adquiridos por un particular, quien tuvo la desgracia -al menos para nosotros- de conocer a un afamado personaje con fama de erudito e hispanófilo, el norteamericano Arthur Byne, un marchante de arte (más bien un depredador) que trabajaba en España al servicio de coleccionistas millonarios, uno de ellos el magnate William Randolf Hearst (el Ciudadano Kane de Orson Welles). Hearst, al igual que otros millonarios norteamericanos del momento, deseoso de sumar a su considerable fortuna un áurea de intelectualidad y respeto social, se lanzó a invertir en cultura, importando de Europa todo lo que caía en su poder. Byne fue el encargado de contribuir a este proyecto, y en marzo de 1931 el monasterio pasó a ser propiedad de Hearst por el ridículo precio de 85.000 dólares, más los 400.000 que costó el desmontar piedra a piedra el edificio y su traslado a California en barco (en concreto 11 barcos) desde Valencia. Lo más triste es que el monasterio nunca fue reconstruido por Hearst, y sus restos permanecieron durante mucho tiempo dispersos en el Golden Gate Park de San Francisco.

Idéntica fortuna sufrió el monasterio de Sacramenia, por el que Hearst pagó en 1925 40.000 dólares. Su claustro y su sala capitular terminaron reconstruyéndose en Miami. 

Ninguno de los monumentos fueron finalmente destinados al emplazamiento ideado por Hearst (sus mansiones y castillos).

Ironías de la vida: el entonces gobierno español de Primo de Rivera otorgó a Byne la cruz del mérito civil por "su contribución a la difusión de la cultura española".

Lamentablemente, no son los únicos casos de expolio cultural disfrazado de venta. Uno de los expolios arquitectónicos más importantes de nuestro patrimonio se produjo en 1904 con la salida de España del patio renacentista del Palacio de Vélez Blanco (Almería), por el módico precio de 80.000 pesetas, finalmente donado al Metropolitan Museum de Nueva York, donde actualmente se exhibe. 




ROBO EN LA FUNDACIÓN MIRÓ: demasiado fácil...

Retrat d'una vaileta. Joan Miró (1919). Fundación Miró Barcelona
En abril de 1988 se produjo un robo de arte que tuvo una gran repercusión mediática, tanto a nivel nacional como internacional: la sustracción de seis cuadros de Joan Miró de su Fundación en Barcelona, entre ellos "Retrat d'una vaileta", una de sus obras más conocidas. La facilidad con que se produjo el robo condujo a una reflexión acerca de las condiciones de seguridad de los museos, y provocó más de un enfrentamiento político.

En la madrugada del 4 al 5 de abril de 1988, los ladrones accedieron al interior de una de las salas del museo rompiendo con unas mazas y un martillo mecánico las paredes acristaladas. El ruido alertó al vigilante de seguridad, que no pudo hacer nada más que avisar a la policía. Para cuando llegó la Guardia Urbana, los ladrones ya habían huido con el botín.

El cúmulo de "casualidades" que favorecieron el acto de expolio es cuanto menos sorprendente: los servicios de alarma estaban desconectados por las obras de ampliación que se estaban llevando a cabo en la Fundación; la perra guardiana casualmente acababa de tener cachorros, por lo que se encontraba atada e inoperativa; y el vigilante de seguridad era un hombre jubilado de 62 años, que no iba armado y que carecía de la preparación necesaria para hacer frente a situaciones de este tipo. Para mayor despropósito, tanto el personal del museo como la propia Guardia Urbana indicaron a los servicios de limpieza que recogieran el estropicio, por lo que cuando llegó al lugar la policía científica no pudo recoger huellas ni evidencias, ya que todo había sido cuidadosamente limpiado.

Tras dos meses de investigación policial, se detuvo a los responsables, dos delincuentes comunes con un amplio historial delictivo, y se consiguió recuperar la totalidad de las obras, tres de las cuales al menos los ladrones tenían previsto intercambiar por cocaína con unos traficantes italianos.

Cuando los detenidos prestaron declaración ante la policía, los agentes quedaron sorprendidos ante su desfachatez: tenían pensado robar en el Museo Picasso de Barcelona, ya que lo consideraban un "golpe" fácil: "Avísenles, porque si no somos nosotros lo harán otros". 

A raíz de estos hechos, varios diarios catalanes publicaron diversos artículos relativos al desamparo de los museos, denunciando la situación de falta de seguridad de estas instituciones y reclamando una mayor inversión tanto en medios técnicos como en la profesionalización de los encargados de custodiar las obras de arte. 

viernes, 6 de enero de 2017

LA DAMA DE ELCHE: un referente cultural español que durante 40 años fue francesa



Dama de Elche. Siglo V a. C. Museo Arqueológico Nacional Madrid
La Dama de Elche es una figura escultórica, máximo exponente del arte íbero, del siglo V a. C. Las damas representan figuras femeninas ricamente adornadas y vaciadas en parte en su interior para servir como urnas cinerarias. Habitualmente talladas en piedra caliza, se recubrían de un estucado y se pintaban en llamativos colores, si bien hoy en día la mayoría han perdido su policromía.

La figura fue descubierta por casualidad en agosto de 1897 en la loma de La Alcudia, cerca de Elche, en la finca del doctor Manuel Campello. 

Si bien inicialmente la idea fue ofrecer en venta la dama a la Academia de la Historia, tras varias vicisitudes, el busto fue adquirido por el arqueólogo francés Pierre Paris por 4000 francos de la época. Pocos días después, se exhibía en el Museo Louvre de París (sin duda, los franceses fueron más avispados que los españoles, dándose cuenta de la importancia del hallazgo). En 1941, tras la invasión de Francia por los alemanes, la dama fue devuelva al régimen de Franco, e instalada inicialmente en el Museo de El Prado.

Su salida de España fue el acto de expolio arqueológico más lamentado de todo el siglo XIX, siendo reiterados los reproches que con el tiempo se hicieron tanto a la familia Campello-Ibarra, como al propio Museo Arqueológico Nacional, por no haber sido capaces de limar sus diferencias (al parecer, el Museo debía una importante cantidad de dinero a la familia Ibarra por la compra de una colección de antigüedades), y alcanzar un acuerdo que hubiera evitado la salida de la escultura fuera del territorio nacional.

Pero como bien está lo que bien acaba -aunque empiece mal- afortunadamente la noble señora volvió, y hoy en día puede admirarse en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

https://www.youtube.com/watch?v=DZBd0Iv2rSc

EL BEATO DE LIÉBANA


Beato de Liébana. Siglo X. Museo Obispado Urgell (Lleida)

Se llaman "beatos" a los manuscritos que reproducen la obra escrita por Beato de Liébana en el siglo VIII, el Comentario al Apocalipsis, un texto que tuvo un gran éxito en los siglos posteriores y que fue copiado e ilustrado por distintos monjes. Su nombre procede del monje Beato o Beatus, quien explicó el Apocalipsis en clave profética, interpretando los sucesos de su época como una señal de la llegada del fin del mundo. Esa mentalidad milenarista, tan de boga en la Plena Edad Media, tuvo una enorme repercusión y contribuyó sin duda a la amplia difusión del texto.

Estilísticamente supusieron toda una renovación pictórica, gracias a la incorporación de nuevos colores obtenidos con el uso de pigmentos aglutinados con huevo y miel, y a una representación abstracta del espacio. Como resultado, un dibujo muy expresivo, lineal, que genera formas planas, hieráticas, sin perspectiva. Cuerpos alargados, ocultos tras sus ropajes lineales, en los que destacan los ojos saltones, y unos fondos de escenas de gran intensidad lumínica.

En la actualidad se conservan 31 manuscritos, de los cuales 24 son ilustrados, y constituyen un magnífico ejemplo de los códices miniados mozárabes de época románica.

En 1996, uno de dichos ejemplares fue sustraído del Museo del Obispado de Urgell (Lleida). Dos individuos accedieron al museo en horas de apertura, y mientras uno de ellos inmovilizaba al vigilante de seguridad, el otro se apoderó del manuscrito, saliendo ambos al exterior donde les esperaba un tercer cómplice con el coche en marcha, dirigiéndose hacia el Túnel del Cadí. Según se cuenta, entre los tres no tenían dinero suficiente para abonar el peaje del túnel, por lo que decidieron esconder el botín en un lugar cercano. Dos días más tarde, volvieron al escondite, recuperaron el manuscrito y lo ocultaron nuevamente, esta vez en los alrededores de Tarragona, hasta que unos tres meses después se lo entregaron a la persona que había encargado el robo.

El "cerebro" de la operación decidió entonces -o quizás lo tenía decidido desde el comienzo- alterar el plan inicial, engañando al resto del grupo para aprovecharse en exclusiva de los beneficios, huyendo con el libro a Valencia, donde ocultó el Beato en la consulta de un psiquiatra amigo suyo. Con lo que no contaba el sujeto era con la reacción vengativa de uno de los miembros del grupo, en concreto de su pareja sentimental, la cual, sintiéndose engañada y traicionada, puso los hechos en conocimiento de la Guardia Civil, quien en enero de 1997 consiguió recuperar el manuscrito menos una hoja - arrancada con la finalidad de servir de garantía de autenticidad ante futuros compradores- y detener a toda la banda.

La cosa no acaba aquí: el principal acusado por los hechos fue inicialmente identificado como Félix Ontier, identificación que resultó ser falsa: el verdadero Félix Ontier fue detenido en el aeropuerto de Barajas el año 2000, comprobándose que su identidad había sido usurpada por nuestro protagonista.

El supuesto Félix Ontier (cuya verdadera identidad nunca se descubrió), ingresó en prisión, y aprovechó un permiso de salida para huir. Poco después, tuvo el detalle de remitir desde Brasil una postal "de recuerdo" a las instituciones penitenciarias... Y no se ha vuelto a saber nada de él...