Friso de las Panateneas |
El Partenón es sin duda una de las construcciones más emblemáticas de la Grecia clásica. Presidiendo la Acrópolis de Atenas desde el siglo V a. C., ha sido objeto de múltiples saqueos, daños y restauraciones poco eficaces, así como sucesivos cambios en cuanto a su funcionalidad.
Consagrado inicialmente a la diosa Atenea Parthenos, en el siglo VI de nuestra era es transformado en un templo cristiano; en el siglo XIII, en catedral griega ortodoxa; y a finales del siglo XV, en mezquita.
Los bombardeos de los venecianos en 1687 arrasaron la mayor parte del templo. Durante la Guerra de la Independencia de Grecia (siglo XIX), la Acrópolis fue asaltada en dos ocasiones, una por cada uno de los bandos en contienda.
También los fenómenos atmosféricos han contribuido a lo largo del tiempo a su deterioro, habiendo sido muy criticados los métodos utilizados tanto por los griegos como por los ingleses para la limpieza de los mármoles.
Uno de los episodios más famosos -para algunos una tarea de salvamento; para otros, un acto de expolio- ocurrió en 1798, fecha en la que Thomas Bruce, conde de Elgin, fue nombrado Embajador del Imperio Británico en Constantinopla. Lord Elgin obtuvo el permiso del Sultán del Imperio Otomano -Grecia formaba parte en aquel momento del imperio otomano- para adquirir materiales del Partenón, con la inicial intención de instalarlos en su mansión de Escocia. A tales efectos, y a fin de facilitar el traslado, cortó sin ningún miramiento capiteles y metopas, causando unos daños irreparables. Finalmente, Elgin vendió las piezas al gobierno británico en 1816, quedando ubicadas en el Museo Británico, donde permanecen a día de hoy.
Tampoco en su nuevo emplazamiento la estructura se vio exenta de daños: un proceso de limpieza calificado por algunos expertos como excesivamente agresivo; y actos de vandalismo por los visitantes, que van desde roturas, grafitis y robos, deterioraron aún más el maltrecho monumento.
Desde hace dos siglos, el debate acerca de su emplazamiento es recurrente: ¿deben permanecer los mármoles de Elgin en su emplazamiento actual, una reconocida institución como es el Museo Británico? ¿O deben ser devueltos a su ubicación original, Atenas?
Las posturas se encuentran muy enfrentadas, y parecen irreconciliables. A favor de su permanencia en Londres se esgrimen argumentos como la legitimidad de su titularidad, ya que los mármoles fueron comprados legalmente; la mayor seguridad que una institución como el Museo Británico puede garantizar a la estructura, frente a las precarias condiciones de la Acrópolis de Atenas, o los riesgos que podría implicar un nuevo traslado de las piezas.
Por contra, los partidarios de su devolución a Atenas esgrimen el origen del templo y la integridad del monumento, lo que permitiría exhibir los mármoles en su contexto histórico y cultural originario.
El tema ha sido incluso tratado en la Cámara de los Lores del Parlamento Británico, en un debate celebrado en 1997. Un año después, una encuesta llevada a cabo en Gran Bretaña arrojó los siguientes resultados:
- 40% votaron a favor de su devolución a Grecia
- 15% votaron a favor de su permanencia en Londres
- el 45% restante no votó o no tuvo opinión sobre el tema
Una campaña en internet (http://bringthemback.org) intenta recoger firmas suficientes para presentar una alegación a favor de su devolución ante el Parlamento Europeo.
El conflicto abarcas diversos aspectos, jurídicos, culturales, artísticos y éticos. Desde el punto de vista legal, Grecia tiene escasas posibilidades de ganar la batalla, toda vez que los mármoles no fueron robados en sentido literal, sino que salieron del país fruto de una operación de compraventa autorizada en ese momento por el gobierno otomano. Por otra parte, el Museo Británico no cederá voluntariamente la colección en ningún momento, no solo por la pérdida que para la institución supondría el retorno de los mármoles, sino porque dicha devolución abriría la puerta a múltiples reclamaciones de diversos países que vieron expoliado su patrimonio a lo largo de los siglos, una situación que cualquier museo del mundo intentará evitar: si el British, el Louvre, el Metropolitan y tantos otros se vieran obligados a desprenderse de las piezas adquiridas en situación de a-legalidad, sus fondos sufrirían una merma difícilmente sostenible.
Grecia reclama insistentemente su devolución alegando su origen, la integridad del monumento y la existencia a día de hoy de medidas de control que garantizarían la conservación in situ de los mármoles, como es el nuevo Museo de la Acrópolis de Atenas. Pocas dudas hay acerca de la titularidad cultural de los griegos, y desde aquí abogamos por la ubicación de las obras de arte en su contexto original en la medida de lo posible. Pero mayor peso tiene si cabe el alegato acerca de la integridad del monumento. Cualquiera que en la actualidad quiera contemplar el friso de las Panateneas que recorría el interior del templo, deberá hacer cuatro visitas: el lado oeste permanece en el Partenón, y los otros tres lados están repartidos entre el British, el Louvre y el Museo de la Acrópolis de Atenas. Toda una insensatez¡¡¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario